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El optimismo de Washington

Los analistas creen que la recesión en EE UU es más profunda de lo que dice el Gobierno

Antonio Caño

En Washington, la Casa Blanca insiste en que la recesión ha terminado, pero en Nueva York, caja de resonancia de toda la economía norteamericana, los expertos aseguran todo lo contrario: las causas que provocaron la crisis iniciada hace dos años perduran, y no se aprecian síntomas de que se pueda salir del túnel antes de finales de 1992, lo que supondría una seria amenaza para la reelección del presidente George Bush.

"No es fácil curarle la gripe a un enfermo que tiene también dañados el hígado, el estómago y los pulmones", asegura el ejecutivo de un banco en Nueva York. "No es fácil acabar con la recesión en un momento en el que existe una grave crisis en el sistema financiero, incertidumbre en Wall Street, caída en la construcción de viviendas y en los precios de los bienes raíces, problemas en el sistema productivo y, sobre todo, un fuerte retraimiento, casí pánico, por parte de los consumidores"."Nuestros gobernantes viven en la fantasía si creen que la recesión se ha acabado", afirma un directivo de la empresa de computadores Apple. "Tengo el temor de que si la economía no encuentra una salida, antes o después la recesión va a alcanzar a la industria y las cosas se van a poner mucho más difíciles de lo que están ahora", opina un portavoz de una empresa de inversiones de Wall Street.

Recuperar pulso

Pese al tímido crecimiento del 2,4% anunciado en el tercer cuarto del año, Wall Street experimentó el viernes pasado la caída más importante desde octubre de 1989, lo que ha sido interpretado como un mensaje claro de que las promesas de recuperación hechas por Washington no se están cumpliendo. Cuatro días después el presidente pidió calma a la nación en un mensaje televisado, y garantizó que el país, poco a poco va recuperando su pulso de crecimiento.Los argumentos de la Casa Blanca chocan con la realidad de unas cifras que no permiten ser optimistas. La construcción de nuevas viviendas se ha reducido casi en una tercera parte en el transcurso de los dos últimos años. En ese mismo periodo se han vendido 1.300.000 coches menos. Empresas como General Motors y Ford se conforman hoy con no presentar pérdidas al final del año. El gasto público, que alcanzó la cifra de 268.000 millones de dólares al concluir en septiembre el año fiscal de 1991, podría rebasar los 300.000 millones el año próximo. 46 de los 50 estados de la nación presentan graves déficits presupuestarios como consecuencia de la pérdida de impuestos indirectos por la caída del consumo:

Ese déficit podría incrementarse si el Gobierno se decide a reducir aún más los impuestos, como medida política destinada a mejorar la imagen de Bush en vísperas electorales. Los expertos consideran, sin embargo, que, por mucho que se mencione esa posibilidad, la medida es impracticable en estos momentos en un país cuyos impuestos directos sobre el salario son ya casi la mitad que en España.

Pese a todas estas cifras, el peor síntoma que encuentran los especialistas es el temor de los consumidores. En este país de consumistas natos, esa rúbrica significa el 75% del Producto Nacional Bruto. Sin corregir ese problema no habrá garantías de que estén pasando los malos tiempos.

El consumidor norteamericano simplemente tiene miedo; miedo por ver los despidos de sus compañero de trabajo, los continuos cierres de pequeñas empresas de su localidad. Tienen miedo al comprobar que su salario de hoy, una vez deducidos los impuestos, es inferior al de 1989, y al observar como se ha devaluado el precio de sus viviendas.

En un lugar rico, como Manhattan, el metro cuadrado ha bajado un 30% sobre su valor de hace dos años. Pero en un lugar pobre, como el estado de Georgia, ha aumentado en un 47% el número de personas que solicitan alimento de caridad. "Hay una grave pérdida de confianza en la economía. Existe una mentalidad depresiva. La gente se espera lo peor", dice un experto de una oficina de planificación económica en Nueva York.

Las elecciones

Cuesta trabajo imaginar qué carta tendrá el presidente Bush guardada en la manga para impulsar una recuperación económica antes de las elecciones de noviembre de 1992. La obsesión de los dirigentes económicos es cómo estimular el consumo, pero esto tampoco se puede conseguir hoy por la vía, ya muy explotada, de reducir los intereses bancarios. "Es muy difícil imaginar que, con unos tipos del 4,80% y una inflación del 4%, se pueda plantear el año próximo reducciones como las que hemos visto este año", opina el representante de un banco extranjero.El panorama no es, por tanto, tan optimista como lo quiere presentar Bush, quien, por muy bien que le vayan las cosas a partir de ahora, presentará un saldo económico negativo al final de su gestión. Pese a que, a su llegada a la Casa Blanca, en 1988, prometió la creación de 30 millones de puestos de trabajo, la tasa de empleo ha caído hoy en un 1, 1 %.

A estas alturas, incluso aunque el crecimiento del próximo año fuese el esperado por la Administración, Bush concluirá su mandato con una media de crecimiento del 1,6%, lo que supone el porcentaje más bajo desde la Segunda Guerra Mundial.

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