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'Torqueimada'

Hace ya décadas que Marlon Brando protagonizó una película que dirigió Gillo Pontecorvo y se llamó Queimada. Era una fábula sobre la rebelión de los esclavos de una isla antillana contra sus colonos portugueses, y Brando incorporaba al mercenario inglés que, primero, se ponía al lado de la potencia occidental y, después, conseguida la independencia, regresaba para aplastar a los nativos con la bota del nuevo y más perdurable colonialismo: el económico de los anglosajones.Aquella hermosa historia sobre la libertad iba a tener, en principio, como malos, a los españoles, no a los portugueses, pero nuestras autoridades de la época -era el año 69- se opusieron, y Pontecorvo tuvo que cambiar la nacionalidad de los colonizadores. La aportación a la causa de los derechos humanos del hombre que, más tarde, bailaría su último tango en París, en aquella película, fue practicar lo que sintetizó Simone Signoret en su frase "Prefiero hacer de nazi en una película antifascista a hacer de judía en una película pro nazi". Es decir, con su interpretación de un imperialista sin escrúpulos, Brando dio una doble lección: de civismo y de arte.

Mucho ha llovido, y casi siempre mal, sobre el gran actor desde entonces, para qué haya tenido que aceptar en una superproducción de circo sobre Colón otra vez un papel de malo, el de Torquemada, pero no para poner en evidencia sus excesos como inquisidor, sino porque se opuso al Descubrimiento que habría de justificar, cinco siglos más tarde, las pompas de una celebración poco afortunada,

Y es que el mundo da muchas vueltas. Claro que más vueltas ha dado Mohedano, y eso sin tener que pagar las costas del proceso de un hijo torcido y los gastos de una isla que empezó como paraíso y acabó convertida en manicomio.

Insisto: comparado con lo que hay, cómo me gusta Vito Corleone.

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