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El premio a la valentía de "esa mujer"

Aung San Suu Kyi, nuevo Nobel de la Paz, tiene el respaldo del 80% de los electores birmanos

Su rostro podía verse en camisetas, pegatinas y carteles por todo Myanmar (antes Birmania) y su nombre se ha convertido en sinónimo de la lucha del pueblo birmano contra tres décadas de dictadura militar. El último líder militar, el general Ne Win, la odiaba tanto que sólo se refería a ella como "esa mujer".Aung San Suu Kyi, hija del héroe de la independencia birmana Aung San, llegó a ser tan birmarte para los militares que en julio de 1989 la sentenciaron a arresto domiciliario, con la esperanza de que su nombre se borrase de la memoria del pueblo.

Suu Ky1, de 46 años, no puede abandonar su residencia ni recibir visitas. Pocas cosas rompen la monotonía de sus días. Su casa, una pequeña vivienda de dos pisos con jardín en la avenida de la Universidad de Yangún (antes Rangún), se ha convertido en su prisión. Antes llenaba sus horas tocando el piano, pero a principios de este año tuvo que venderlo para dedicar el dinero a necesidades más perentorias. Gran parte del tiempo lo pasa leyendo, y, según su marido, el profesor británico Michael Aris, está estudiando francés. Sin embargo, a Aris y a sus dos hijos se les ha negado reiteradamente la entrada en Myanmar desde las Navidades de 1989, y apenas recibe noticias de su mujer. En julio del año pasado, la Junta militar confiscó cartas y paquetes que Aris había enviado a su esposa y publicó su contenido en la prensa local. Las únicas personas con las que tiene contacto Suu Kyi son sus guardianes y una asistenta.

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La vida tranquila en Oxford e esta licenciada en política, economía y filosofía cambió de repente cuando en 1988 se enteró de que su madre agonizaba en Rangún y precisaba sus cuidados. Suu Kyi vivía en el Reino Unido desde los años setenta con su marido, un profesor de Oxford. Cuando regresó a Rangún en marzo de 1988 no sabía que iba a convertirse en la líder del movimiento democrático de su pueblo. Comenzó a participar en actos antigobernanentales después de que los militares mataran a algunos manifestantes en agosto. Para cuando el Ejército tomó el poder en septiembre, Suu Kyi se había convertido en una figura de gran importancia política.

Desde entonces, la Junta militar ha encarcelado y torturado a millares de opositores al régimen y ha sido especialmente brutal con los miembros del partido de Suu Kyi: la Liga Nacional por la Democracia (NLD). La seguridad de que la ganadora del Nobel no ha sido torturada se debe sólo al prestigio de su padre, reverenciado por el pueblo birmano por ser el hombre que negoció la independencia del país del Reino Unido tras la guerra.

Diez meses después de su arresto domiciliario se celebraron en Myanmar elecciones generales. Para indignación de la Junta, el NLD, presidido por Suu Kyi, consiguió un 80% de los votos. Desde entonces, la Junta se niega a entregar el poder a la persona elegida por el pueblo. Los ataques de la prensa controlada por el Gobierno contra Suu Kyi y sus hijos, a los que se refiere como niños de raza manchada, no han logrado ensuciar su nombre. La Junta militar esperaba que el forzado alejamiento de su familia desgastaría a Suu Kyi y la obligaría a abandonar su puesto como líder de la oposición y exiliarse en el Reino Unido.

Suu Kyi ya recibió este año el premio Sájarov del Parlamento Europeo. El reconocimiento que supone el Nobel no podrá ser ignorado. Ni siquiera por uno de los regímenes más brutales y autoritarios de la Tierra.

The Independent.

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