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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Carne de demagogia

¿Por qué los países de la Comunidad Europea han aprobado la independencia de las tres repúblicas bálticas? Francamente, me parece una muestra más de la insensatez, el apresuramiento y la trivialidad con la que se está acometiendo el caótico alumbramiento del nuevo orden internacional.No entro en el derecho de Lituania, Letonia y Estonia a su independencia, pero tampoco habrá que olvidar que este derecho es carne de demagogia. La cuestión aquí planteada es exclusivamente para los países comunitarios.

Lo que durante 51 años no fue posible se resuelve ahora en un periquete, en medio de la euforia que han provocado los últimos acontecimientos de la URSS. Casi todos parecían de acuerdo en que las repúblicas bálticas habían sido absorbidas por los soviéticos en una injusta anexión derivada del famoso pacto Molotov-Ribentrop en plena guerra mundial. Pero, al mismo tiempo, todos parecían de acuerdo en que uno de los factores que más dramáticamente pueden distorsionar los cambios felizmente inaugurados con la caída del muro de Berlín son los nacionalismos. En consecuencia, la CE mantenía, prudentemente, una actitud de espera.

Los alemanes, algunos de cuyos dirigentes demuestran un indudable talento para manipular la historia y para pasar de verdugos a víctimas, han estado a la cabeza del reconocimiento báltico. Al mismo tiempo, han azuzado las ansias independentistas de eslovenos y croatas. Han hecho su unificación a la carrera, sin ningún tipo de caución previa, literalmente engullendo a la antigua RDA. ¿Adónde van los alemanes?

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Ya nadie habla del eje París-Bonn ni de la prioridad de la Europa comunitaria. Parece que los europeos empezamos a olvidar nuestra apuesta más racional, nuestro proyecto más progresista y civilizador. Con un mapa muy parecido al de los años veinte, ¿comenzamos ahora a desandar el camino que nos había alejado de las sangrientas disputas de antaño y que nos hacía más grandes? "Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo". El fantasma real de esta hora en Europa es, otra vez, el nacionalismo.-

Carne de demagogia

El 8 de agosto llegué a Moscú para asistir al 18º Congreso Internacional de Estudios Bizantinos, donde fui el único representante español. Una semana después, tras asistir a la clausura del mismo, en la que escuchamos unas palabras de despedida de Borís Yeltsin, 12 congresistas emprendimos viaje arqueológico de cinco días a Crimea -precisamente a Crimea-, organizado por la Academia de las Ciencias de la URSS. El día 20 regresé a Moscú, donde me esperaba una amiga rusa. Como tantos miles de moscovitas, vivimos plenamente unos días que pasarán a la historia. Durante el estado de emergencia nos enterábamos de las noticias más recientes a través de Radio Libertad, la BBC y, sobre, todo, preguntando en los quioscos y en los innumerables corros que se formaban en las estaciones de metro, donde se pegaban las proclamas de la Casa Blanca y se distribuían las informaciones de los periódicos prohibidos por la Junta. Fue así como supimos de la muerte de los tres jóvenes defensores de la Casa Blanca junto a las barricadas de uno de los anillos de circunvalación. Cuando llegamos allí, todavía se veían rastros de sangre. Alrededor había gran cantidad de rosas y manzanas, como es tradicional en la fiesta de la Transfiguración de la Iglesia ortodoxa rusa, que este ano coincidió irónicamente con el comienzo del golpe de Estado. El entierro de los tres muchachos, el sábado 24 de agosto, entre miles de flores, velas encen-Pasa a la página siguiente

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didas y banderas de la Gran Rusia con crespón negro, fue impresionante.

Creo que, por razones evidentes, los españoles podemos entender mejor que otros la rabia y el sentimiento de humillación del pueblo ruso durante estos seis días. Pero, además, resultaba emocionante ver tantas veces escrita en las paredes y en las pancartas de los moscovitas, cerca de la sangre derramada, la célebre consigna de nuestra guerra civil: "No pasarán". Mis amigos rusos me dijeron con cierta ingenuidad al despedirme de ellos: "Cuando llegues a España, tienes que decirles a los españoles que los rusos llevamos a tu país en el corazón y que queremos ser libres, y que comprendan de una vez que es a Yeltsin a quien tienen que apoyar".-

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