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CAMPEONATOS DEL MUNDO DE ATLETISMO

África comenzó a cobrar sus piezas en el fondo

Santiago Segurola

SANTIAGO SEGUROLA ENVIADO ESPECIAL, África comenzó a cobrar sus piezas en los Mundiales. El keniano Moses Tanui, un soldado de 26 años, venció en la final de 10.000 metros, una carrera sembrada de minas por la oposición de los africanos a seguir las convenciones clásicas. El artillero fue otro keniano, el juvenil Richard Chelimo: corrió en solitario durante los siete primeros kilómetros y provocó tal confusión que hizo ingobernable la carrera. Por el camino dejó un largo rastro de damnificados, incapaces de soportar la demoledora forma de entender el atletismo de los corredores de Kenia.

Los atletas asumen que una Final de fondo es un martirio. La época de las carreras lineales ha pasado en los grandes campeonatos. La resistencia y una buena velocidad en los últimos 400 metros no sirven de nada cuando un hombre destroza el ritmo desde el principio. El hombre es, keniano, excepto en los mejores momentos de Salvatore Antibo, un siciliano con alma africana. En Tokio fue Chelimo; en otras ocasiones ha sido Ngugi, o Moses Kiptanui, o Peter Koech. Siempre hay uno que destroza a los especuladores y convierte la carrera en un ejercicio terrible, lejos de las estrategias habituales. Es la ley de Kenia. Algunos lo llaman heterodoxia, pero funciona.Un pastor del valle del Rift sigue un código desconocido en la civilización del confort. Las distancias son enormes; las tribus no conocen el automóvil; no hay autobuses escolares que recojan a los niños. Chelimo y Tenui han descubierto su talento de correr para vivir en las grandes alturas de Kenla. Su aproximación al atletismo es natural, casi ingenua. Sus adversarios poseen un registro distinto, fabricado después de 90 años de atletismo clásico. La lucha entre estos dos mundos se apreció con toda su grandeza en la final de Tokio.

Sólo dos ausencias

Estaban casi todos los ilustres. Sólo faltaban el mexicano Arturo Barrios y el marroquí Ibrahim Butaib. Pero la baraja contaba con el marroquí Skah, el etíope Abebe, el italiano Antibo o el inglés Eamonn Martin. Y la tropa de kenianos: el juvenil Richard Chelimo, Moses Tanui y Thomas Osano.

Si alguna lectura tuvo la carrera fue la victoria de la tribu de los nandi sobre el resto del mundo, incluido la tribu de Osano: los kisii. Tanui y Chelimo son nandi, como el primer gran atleta de Kenia, Kipchoge Keino, o el más conocido en los últimos años: John Ngugi. Viven a 2.700 metros de altura, en el valle del Rift. Los nandi forman una pequena tribu, pero el atletismo mundial está en deuda con ellos. Chelimo sólo cuenta 19 años, o eso asegura. Nadie puede precisar la edad de un atleta etíope o kenlano. Entre todos los corredores kenianos es uno de los más espectaculares. Siempre entra a la carga.

Carrera destrozada

EnTokio decidió destrozar la carrera desde el primer metro. Su asalto sólo fue respondido micialmente por Antibo, pero la resIstencia del italiano fue inútil. Tiempo después, Antibo se derrumbaría en aquella prueba de locos, hundido, su falta de condición física y un bochorno húmedo, casi tropical. En el segundo kilómetro, Chelimo contaba con 10 metros de ventaja sobre Tanui, Skah, Antibo y Osano.

El golpe de Chelimo fue muy duro para todos. No tuvo las características brutales de la arrancada de Ngugi en la final olímpica de 5.000 metros, pero fue suficiente para eliminar la oposición de la mayoría. Para el común de los atletas es imposible digerir unas carreras tan revolucionadas. Ni siquiera Skah, que ha sido el martillo de los kenianos en los Mundiales de eross, se atrevió a seguir la estela de Chelimo, que tuvo unos pasos espectaculares en los primeros cinco kilómetros. La primera parte de la carrera la cubrió en 13.30.27, muy cerca de los pasos del récord mundial. Chelimo tenía 50 metros de ventaja sobre sus adversarios.

De alguna parte surgió Moses Tanui, el otro nandi. Skah se quedó atrás con Osano y el británico Nerukar. Tanui disponía de cinco kilómetros para cazar a su companero, convencido de que ningún otro atleta se arriesgaría a perder las fuerzas en medio de aquel calor. Tanui atrapó a Chelimo. En cualquier caso, la victoria era de un nandi. Chelimo había roto la carrera y la había convertido en un infierno, pero alguien había resistido, y ahora contaba con más reservas. Era Moses Tanui. Sin demasiadas dificultades le sobrepasó en la última recta. Su registro era más que notable en aquellas condiciones: 27.38.14. Skah acertó a almacenar energías y conquistó la, tercera plaza. Más de un minuto después, Salvatore Antibo reflejaba el daño que causan los kenianos cuando toman una carrera al asalto. Antibo fue el último, pero tuvo el orgullo de resistir hasta el final. Como se supone en un campeón.

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