_
_
_
_

'Cheers' vuelve a emitirse desde el primer capitulo

Cheers dejó unos cuantos huérfanos cuando se despidió del espacio A mi manera, en la sobremesa de TVE-1. Se trata de una de las telecomedias mejor escritas que han pasado por nuestra televisión. Los que veían de buena gana a los irregulares asiduos del bar bostoniano van a tener la oportunidad de repasar -otros, descubrir- Cheers en la nueva programación de la segunda cadena, los martes a las diez de la noche.

Vuelven, pues, los feligreses del bar de Sam. Ese bar, "donde todo el mundo conoce tu nombre" (y cuyo exterior corresponde, por cierto, a un bar real de Boston), para ofrecer a los solitarios de dentro y de fuera un poco de humor y compañía. Ahora se cuenta que un ejecutivo de una cadena rechazó la idea porque "la gente ya no va al bar". Pero son muchos los que han buscado en el bar Cheers alguna de esas noches malhadadas.Lo más evidente en Cheers es la inteligencia y sensibilidad de Glen y Les Charles, sus autores, para poner al alcance de la comprensión la humana flaqueza, para acercarnos a este grupo de perdedores, llenos de contradicciones y, sin embargo, entrañables. La calidad de los guiones se defiende sola con un puñado de episodios simplemente magistrales, a los que se agradece esa rarísima virtud de ser cultos sin ser pedantes; de ser profundos y complejizar sin ser confusos o enmarañados; de ofrecer soluciones inesperadas y, sin embargo, tan reales.

La encarnadura de sus personajes tiene también pocos equivalentes en otras telecomedias. En ninguna se ha mostrado un colectivo tan coloreado y menos heroico: Carla, Norm, Cliff, Frasier... El propio Sam, galán de la serie, es una muestra patente de la fragilidad humana. Sus inconsistencias disparan el chiste. Vanidoso e infantil, encuentra la horma de su zapato en la ingenua y pedante Diana Chambers, justamente el tipo de mujer que detesta, pero en cuyo desafilo queda enganchado. Su relación amor-odio -como después lo será el tira y afloja con su sustituta, Rebeca- es uno de los puntos recurrentes de la serie y fuente inagotable de malentendidos. Ella habla de Kierkegaard y él de su juego, llevársela a la cama.

Como Jomeini

Muchos recuerdan que cuando Cheers debutó un periodista anunció que la comedia tenía tantas probabilidades de hacerse popular "como Jomeini de salir elegido gobernador de lowa". El relativo anonimato de sus primeros actores, Ted Danson y Shelley Long, y el carácter innovador en la concepción de los personajes y la construcción del golpe injenioso -aquí nadie resbala con la piel de plátano- no facilitaban las cosas. Cheers terminó su primera temporada, la de 1982-1983, en el puesto número 71 de la clasificación. Otro problema es que el programa exigía una fidelidad y atención superiores a las habituales en este tipo de telecomedias para poder captar determinados giros en situaciones y personajes; su humor es más sutil y oblicuo de lo que se usageneralmente.

Pero contra todo pronóstico, y pese a que es sabido que las cadenas norteamericanas tienden a "disparar primero y preguntar después", que decía un crítico, Cheers superó la amenaza de cancelación. Al final, el tiempo -y ciertas concesiones que se aprecian si se comparan los primeros episodios con los más recientes- les dio la razón. La serie ha terminado la temporada entre los tres primeros programas con más audiencia y recibió de nuevo el Eminy de este año. Y eso merece tres cheers por Cheers.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_