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Telespectador/delator

La principal cadena privada francesa emite programas de búsqueda de delincuentes y desaparecidos

Para los ministros franceses de Comunicación, Cultura y Justicia y los responsables de las cadenas públicas de televisión, el fenómeno es repugnante, una caja de Pandora que puede abrir los peores instintos populares de delación. Para los patrones de las cadenas privadas, una mina de oro, un estupendo medio de saciar esa sed de lo real que acaba de otorgar a TF-1 una plusmarca de audiencia con la transmisión del fraudulento proceso y la macabra ejecución de los Ceausescu, que los telespectadores españoles pudieron también ver recientemente en sus pantallas.

Hablamos de un tipo de programas televisivos que hace furor en todo el mundo, y muy particularmente en Estados Unidos e Italia. Son esos programas en los que se anima a los telespectadores a participar en las investigaciones policiales y, en concreto, en la búsqueda de personas desaparecidas o de delincuentes en fuga.Pues bien, esa peste o esa bendición, según se mire, acaba de llegar a Francia. Desde finales de abril, TF-1, el canal de más audiencia de la televisión francesa -antaño público y hoy privatizado-, ha comenzado a emitir el programa En quête de verité (En busca de verdad). Como no podía ser menos, la estrella del programa, Jean Pierre Foucault, no procede del periodismo, sino del mundo de las variedades televisivas.

La primera emisión de En quête de verité estuvo consagrada a sendas retrospectivas sobre el asunto Mesrine -la historia del más famoso gánster francés de nuestro tiempo- y el secuestro del barón Empain. Víctimas y verdugos contaron con todo lujo de detalles las peripecias de sus casos, y Jean Pierre Foticault, el presentador, se vio en la obligación de justificar ciertas escabrosidades con la afirmación de que no realiza su programa con "odio o pasión", sino "con el espíritu mismo de la justicia: la serenidad".

Melodrama real

Lo más controvertido, sin embargo, está por venir. TF-1 ha anunciado el inminente nacimiento de La trace (La pista), un producto en la línea del programa Chi l'ha visto? (¿Quién lo ha visto?), de RAI-3. Animado por Donatella Raffai y Luigi di Majo, Chi l'ha visto? ha conseguido que los domingos por la noche 5,8 millones de espectadores pasen de las ofertas de Berlusconi y sintofficen el canal benjamín de lit televisión pública italiana.El secreto del Chi l'ha visto? es la explotación a gran escala del masivo gusto de los telespectadores occidentales por el "lmelodrarna real". Nada más comercial que el dolor humano en directo; por ejemplo, el de unos padres contando su temor de que su hija haya sido secuestrada por un sádico. So pretexto de ayuda humanitaria, el programa de RAI-3 hace también cosquillas al policía que duerme en. cada prójimo.

El anuncio de la próxima emisión de La trace ha despertado en Francia una polémica deontológica promovida por el semanario Le Nouvel Observateur. Catherine Tasca, ministra de Comunicación, ha dicho: "Pretender que, por la gracia del Espíritu Santo, la televisión puede hacerlo mejor que la Justícia, es un tímo". Para la ministra, este tipo de emisiones sólo sirven para "mover resortes como la delación". El ministro de Cultura, Jack Lang, ha hecho saber que comparte plenamente esa opinion.

"La televisión basura es una verguenza, es vomitiva", ha afirmado Jerome Clement, responsable del canal cultural de la televisión pública francesa. Clement estaba pensando en America's most wanted (Los más buscados de América). Esa emisión dominical de la norteamericana Fox TV trabaja en colaboración con el FBI y recibe una media de 3.000 llamadas telefónicas por sesión. Es el tipo de programas donde, seña lando a un invitado enfermo de sida, el animador puede exclamar: "¡Miren, se está muriendo aquí mismo, en este plató, ante los ojos de todos ustedes. ¿No es formidable?".

"La primera vez que vi ese tipo de emisiones", ha contado Marle-France Briére, de la pública Antenne 2, "fue en Brasil. Dictadura y delación, esa pareja es de las que funcionan muy bien". Para la conciencia contemporánea francesa, la delación está indisolublemente asociada al régimen del mariscal Pétain, cuando orden moral y denuncia del vecino judío, comunista o gaulista iban juntos.

Caza del hombre

El ministro de Justicia, Pierre Arpaillange, ha expresado sus "reticencias morales" ante el tipo de programas que comienza a difundir TF-1. "¿No hay una cierta caza del hombre en esas emisiones?", ha dicho. Respecto a la ayuda en la búsqueda de desaparecidos, el ministro se ha visto obligado a recordar que "toda persona que no tiene nada que reprocharse y que carece de obligaciones familiares tiene derecho a desaparecer sin ser perseguido como una liebre por toda la colectividad".Ninguno de estos argumentos convence a Claude de Givray, directivo de TF-1, quien, remontándose a otros tiempos y otros lugares, concretamente a la época del macartismo en Estados Unidos y la tristernente célebre caza de brujas, ha declarado: "Yo pienso como Elia Kazan: estoy por la delación de los truhanes".

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