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GENTE

Anatoly Grishchenko

Esfuerzos para salvar a un piloto heroico

Anatoly Grishchenko guarda un espeso recuerdo de los vuelos que hace cuatro años ocuparon sus días vertiendo hormigón y arena sobre el entorno de la central nuclear de Chernobil en las jornadas siguientes al 26 de abril de 1986, cuando se incendió uno de los reactores de la planta, en las cercanías de la ciudad de Kiev, en Ucrania (URSS). Él acostumbraba a pilotar helicópteros civiles por entonces, y tras el accidente formó parte del cuerpo de técnicos que condujeron algunos aparatos con blindaje de plomo hacia la central en un intento desesperado de detener la nube radiactiva, que se extendió cientos de kilómetros.Unido al recuerdo de esos días, hoy padece una leucemia aguda que los médicos vinculan a la exposición a altas dosis de radiación. De hecho, poco después de su trabajo en Chernobil sufría molestias por ello.

La gravísima dolencia que padece -necesariamente mortal en caso de que no sea tratada- intentará ser atajada mediante un trasplante de médula ósea en uno de los centros más prestigiosos de EE UU, donde fue intervenido también el tenor español José Carreras: el Centro de Investigación Fred Hutchinson, en Seattle. El piloto que llegó la pasada semana a la ciudad, espera que el donante anónimo del tejido vuele hacia EE UU desde Francia, el próximo día 27, donde fue localizado a través de un registro internacional. El artífice de todo lo que va a ocurrir es un colega suyo de Arizona, Cap Parlier, que supervisa helicópteros para una empresa estadounidense y que inició las gestiones para llevar a Grishchenko a EE UU, tras enterarse de la enfermedad del soviético mientras seguía una exhibición aérea el pasado mes de junio en París.

"Me siento conmovido por estar por fin aquí", declaraba el piloto enfermo, de 52 años, a su llegada a Seattle. "Estoy seguro de que los cuidados serán excelentes y de que todo irá bien". Parlier, que se encontró con su compañero en la ciudad americana, cree que una veintena de pilotos soviéticos civiles o militares participaron en la labor de sepultar el reactor bajo toneladas de arena y hormigón. "La radiación era tan intensa que no había nada que pudiera protegerlos salvo la misma cantidad de hormigón que reposa ahora sobre Chernobil", aseguró Parlier. Según este solidario piloto, altos cargos sanitarios soviéticos y estadounidenses trabajan en un programa de tratamiento en EE UU para otros técnicos afectados por la nube radiactiva.

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