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La gran maraña

Aduaneros, contrabandistas, espías y terroristas, en la investigación de una importante red de "Iavado" de dinero español en Suiza

ENVIADO ESPECIAL, Germain Sengelin, el juez francés que, junto con el fiscal suizo Jorg Schild, investiga una red por la que se han lavado más de 22.000 millones de pesetas procedentes de contrabando de tabaco y, presumiblemente, de tráfico de drogas, realizados en España, trabaja desde hace más de 10 años en ese tipo de temas. Su vigilancia de una frontera clave como es la franco-suiza le ha permitido constatar que empieza a resultar imposible distinguir al traficante del contrabandista, ya que los productos limpios y los sucios circulan cada vez más por los mismos canales. Pero, además, Sengelin ha conseguido pruebas de que el comercio ilícito atrae a funcionarios corruptos, servicios secretos y organizaciones terroristas, que aparecen asiduamente mezclados en las tramas del contrabando. Muchos de los nombres que encontró en investigaciones anteriores vuelven a aparecer ahora, en esta peseta connection que une Galicia con Basilea.

Patrick Laurent es lo que se dice todo un señor. Alto, distinguido, este francés de 42 años, residente en la ciudad suiza de Basilea, ha aprendido a vestir con elegancia y ha desarrollado unas maneras que no pueden por menos de sorprender a quienes le conocieron como El Mexicano. El apodo aludía a su pasado de contrabandista en Brasil, pero también a su piel cetrina y a las largas melenas que lucía Laurent todavía a comienzos de esta década. El suizo Jorg Kastl ha avanzado menos en el camino de la respetabilidad, aunque pertenece a la misma generación que Laurent y compartió mesa con el francés, hasta 1981, en la empresa Basilo AG, de Basilea.Ni Laurent ni Kastl son nombres que, para la mayoría de los españoles, signifiquen gran cosa. Pero sí son bien conocidos por algunos contrabandistas vascos y por los capos gallegos que dominan el tráfico ilegal en la ría de Arosa, ya que ambos han jugado un papel clave en el suministro de la mayor parte del tabaco que ha entrado clandestinamente en España. Tanto Laurent como Kastl admiten este hecho, desde la impunidad que les otorgan las leyes suizas, para las que el contrabando no es delito. Otra cosa es la droga. Kastl ha puesto incluso a sus hijos por testigos de que nunca ha tocado ese género sucio. Y, sin embargo, un tribunal de Florencia le condenó, en 1985, a 24 años de cárcel por su participación en el lavado de dinero de la mafia italiana procedente de la venta de heroína.Los nombres de Laurent y Kastl son, además, una constante en las reflexiones de Germain Sengelin, el juez de la ciudad francesa de Mulhouse, fronteriza con Basilea. Desde que, en 1978, se topara con un camión cargado de tabaco, Sengelin no ha cejado en su empeño por desenredar una densa maraña que ha escupido sobre su mesa sucesivas oleadas de aduaneros corruptos, contrabandistas de todo pelaje y varias nacionalidades, organizaciones terroristas de signos tan dispares como los lobos grises turcos y ETA, servicios secretos del Este y del Oeste, e incluso agentes de la seguridad francesa.

Los nombres se repiten

Esa exótica ensalada, digna de una novela por entregas, se aderezaba primero con inocente tabaco, alcohol, perfumes, textiles y oro. Más tarde entraron las armas y, después, los grandes envíos de hachís, heroína y cocaína.En cada empujón de las investigaciones de Sengelin, los nombres de Laurent y Kastl aparecen en un punto u otro de la maraña. Recientemente han vuelto a surgir con motivo de la detención del vasco francés Joseph Arrieta, ordenada por el fiscal suizo Jorg Schild, con el que el juez de Mulhouse colabora. Arrieta, activo en el contrabando de dinero y oro desde al menos 1981, ha introducido en Suiza, sólo durante los dos últimos años, unos 22.000 millones de pesetas procedentes de España. Sobre el origen de ese dinero hay una pista concreta que lleva a Marcial Dorado, el contrabandista de la isla de Arosa, y la presunción de que el simple tabaco no puede generar sumas tan fabulosas.

Para Sengelin, la colaboración con el fiscal Schild representa un impulso decisivo a un trabajo de una década, en la que el juez de Mulhouse no ha bajado la guardia, por más que las dificultades que ha encontrado en su camino sean suficientes para disuadir a cualquiera. Sobre todo a quien, como él mismo, aspire al máximo objetivo: "Detrás de cualquier implicado en un asunto de este tipo hay otro más importante, y por encima de ése, otros. Hay que tirar siempre hacia arriba", afirma. Sengelin es, sin duda, a sus 52 años, un juez vocacional: de origen campesino, trabajó como maestro hasta que, a base de cursos nocturnos, consiguió ingresar en la magistratura y llegar a ser juez de Mulhouse a comienzos de los setenta.

Un tal Simón

Por aquellos años, los servicios de aduanas de la República Federal de Alemania habían constatado la existencia de una red de contrabando de tabaco organizada desde Berlín oriental por un tal Simón. El tabaco salía hacia el Oeste en camiones, con todas las bendiciones de las autoridades de la RDA, cruzaba la frontera franco-alemana y atravesaba Francia hasta Burdeos, donde la pista se perdía. El enorme interés deplegado por los aduaneros de la RFA en este tema se debía a su sospecha de que los que recogían la mercancía en la citada ciudad francesa eran gentes de ETA, y que la organización vasca utilizaba el dinero conseguido con la venta posterior de ese tabaco para comprar armas.En diciembre de 1977, los alemanes intentaron una baza definitiva. Ayudados por un contrabandista colaborador, organizaron un falso envío, con la esperanza de detener a los misteriosos vascos cuando fueran a recoger la mercancía en Burdeos. Pero el plan fracasó, porque el vehículo fue detenido en Tours. Un anónimo había informado, falsamente, que el camión llevaba armas. Para los alemanes era evidente que se había producido una filtración, y su dedo acusador apuntó en una dirección: el topo tenía su madriguera en las aduanas francesas.

Tal vez fuera pura coincidencia, pero el caso es que la red de contrabando de tabaco que Sengelin comenzó a investigar, un año después de este incidente, también llevaba a Burdeos, aunque partía inequívocamente de Basilea. Los alemanes se interesaron de inmediato por el tema, ya que la red que ellos seguían y la descubierta por Sengelin podían estar conectadas.

El juez de Mulhouse comprobó, sin grandes dificultades, que el origen de los envíos que investigaba estaba en Basilo AG, la empresa que llevaban Kast1 y Laurent. También estableció que el que recibía la mercancía era un conocido contrabandista vasco francés, ya fallecido, que se llamaba Paul Errandonea. Otros datos de su sumarlo resultaron más desconcertantes.

Los que compraban la mercancía a Basilo AG y la manipulaban en Francia resultaron ser dos franceses, Claude Cabot y Jacques Berthelot, que, al ser interpelados por el juez, declararon que trabajaban en una misión de infiltración para la Direction du Surveillance du Territoire (DST), el servicio francés de contraespionaje. Posteriormente, la propia secretaría de la Presidencia de la República confirmaría que esto era cierto.

Claude Cabot es amigo de Laurent desde la infancia. Pero al tirar por elevación, siguiendo la técnica de Sengelin, resulta que Basilo AG, la empresa para la que trabajaban Laurent y Kastl, era una sociedad vinculada a los negocios de Adolph Weitnauer, un multimillonario muy bien relacionado, a su vez, con los servicios secretos suizos. Weitnauer murió en circunstancias sospechosas, en 1983, tras dedicar su vida a abastecer de alcohol y tabaco a embajadas y tiendas de aeropuertos, así como a otros canales menos claros e igualmente libres de impuestos.

En relación con esta irrupción del espionaje en sus investigaciones, Sengelin afirma: 'Tarece razonable que, si en las primeras entrevistas entre Giscard d'Estaing y el rey Juan Carlos se acordó interrumpir el apoyo activo de Francia a ETA, existiera una operación de infiltración sobre una red de contrabando que servía para abastecer de armas a los terroristas vascos. A partir de ahí, lo que resulta dificil saber es cuánto contrabando se hizo por acto de servicio y cuánto por ánimo de lucro".

Un 'topo' en Francia

Pero los datos que hoy encajan, al menos en parte, de esta manera se presentaron mucho más revueltos en su día. Sobre todo, por el problema del topo francés, que complicó definitivamente las cosas. Los alemanes insistían en que el hombre que hizo abortar su operación Vesubio seguía dificultando las investigaciones en curso desde algún lugar de las aduanas francesas.El 14 de noviembre de 1978, André Pignot, entonces director general de Aduanas de Francia, y su adjunto, Roger Saint-Jean, detuvieron en Burdeos a un aduanero llamado Henri Touton y lo entregaron al juez de Mulhouse, con una acusación: Touton era "una persona susceptible de favorecer un tráfico de armas para ETA" y, sin duda, el elemento corrupto que se buscaba. Para sorpresa de Sengelin, un dirigente de la Aduana alemana se precipitó en su despacho en cuanto trascendió esta noticia. El corrupto, vino a decirle, no es Touton; es Saint-Jean, el director adjunto de Aduanas.

La investigación, que hasta entonces había progresado en un tiempo récord, se complicaba. Sengelin temía que, si procesaba a Saint-Jean, el asunto se le fuera de las manos. Los alemanes amenazaron con interrumpir su colaboración si el problema no se aclaraba, y aportaron pruebas de que Saint-Jean se había entrevistado con Jorg Kastl en Basilea.

Sangelin no procesó a SaintJean hasta el 3 de diciembre de 1981, pero el tiempo sólo sirvió para que el juez de Mulhouse confirmara sus temores. En 1985, la Corte de Casación transfirió el sumario a un tribunal de París, que, tres años más tarde, sobreseyó el procesamiento de los principales acusados.

No hubo más investigaciones, y quedó sin resolver si la red de suministro a ETA que buscaban los alemanes y la que encontró Sengelin eran o no la misma. Según Saint-Jean, fallecido hace tres años, lo eran, ya que, para él, el Simón que, según los alemanes, organizaba los envíos desde Berlín y el espía Cabot eran una misma persona. Pero según la DIST, con la que colaboraba Cabot, el verdadero Simón se apellida Goldersberg, y es un judío nacido en Constantinopla que se pasó a Alemania del Este tras la guerra.

Goldesberg, multimillonario, se estableció en la RFA en 1976, bajo la protección del difunto líder derechista bávaro Franz Joseph Strauss, y fue condecorado por Jacques Chirac, a pesar de que en 1951 había sido privado de la nacionalidad francesa. Se le creía un agente del Este, pero los hechos han tendido a demostrar lo contrario. Goldesberg explicó su trayectoria a Jean Marie Stoerkel, un periodista alsaciano que logró entrevistarle en 1983, de esta manera sencilla: "A un hombre que tiene dinero, nadie le niega nada".

Una frase lapidaria, y mucho más brutal que la derrota del juez de Mulhouse. Cuando el tribunal de París echó tierra sobre el gran caso de su carrera, Sengelin llevaba meses colaborando con el fiscal suizo Jorg Schild en la investigación de lo que ha denominado la peseta connection, y ha descrito como "un fabuloso chorro de dinero sucio que llega a Suiza desde España". Al francés no le sorprendió volverse a en contrar con los mismos persona jes en esta nueva historia o, como él precisa, "a las mismas personas bajo la misma protección".

Buscando cocaina

La actual investigación franco-suiza partió de tres nombres: el del contrabandista gallego conocido como Marcial de la Isla, el del vasco francés Joseph Arrieta, que, junto a su hermano Martín, se ha encargado de transportar el dinero a través de Francia, y el del suizo Michael Hanggi, que recibía las pesetas en Basilea y las lavaba a través de su empresa, Porespa, SA. Ahora bien, la empresa de Hanggi ha estado situada, hasta hace pocos meses, en un piso del número 4 de la Wartenberg Strasse, justo debajo de una oficina de Patrick Laurent. Por otra parte, hasta que Hanggi trasladó Porespa a Mutteriz, cerca de Basilea, la n-úsma secretaria respondía al teléfono del despacho de Laurent y al de su oficina. Hay, pues, más que indicios sobre la existencia de una relación entre Hanggi y Laurent, aunque no esté demostrada.También Jorg Kastl ha vuelto a la actualidad por este tema. Cuando fue detenido en Basilea, el pasado 12 de junio, Joseph Arrieta se encontraba en la ciudad para entrevistarse con Kast1 y con el socio de éste, Gugliemo Chiavi. Parece que la amistadúntre Kastl y Laurent no funciona como en otros tiempos, porque, al ser detenido, Arrieta expresó el deseo de que Hanggi y Laurent no se enteraran de que acababa de estar con Kastl en el Hilton de Basilea.

El tercer personaje que vuelve a merecer la atención de los investigadores por estos hechos es Claude Cabot, el amigo de Laurent y colaborador del contraespionaje francés. Los responsables de la investigación francosuiza sospechan que Cabot participó, el pasado 25 de mayo, en una reunión de gentes relacionadas con el contrabando celebrada en Basilea, a la que también habrían asistido Jorg Kastl y un representante de Laurent.

En la investigación en curso no hay indicios concretos sobre ETA, aunque el juez Sengelin, recordando su experiencia pasada, haya lanzado la hipótesis de que Arrieta ha podido mover también dinero de esa organización terrorista. Lo que los investigadores tratan de confirmar con ahínco son los indicios que tienen de que el dinero lavado en Suiza por Hanggi no sólo proce de del contrabando de tabaco sino del tráfico de cocaína. En ese sentido, han manejado informaciones de que barcos concretos que han llegado a la costa de Galicia con tabaco llevaban también la droga blanca; conocen viajes de Marcial y de su corresponsal suizo a Miami y América Latina; saben, por las escuchas telefónicas, que Marcial comentó ampliamente con Hanggi la detención, el pasado mes de diciembre en Barcelona, de Faustino Orbegozo -el hijo del industrial vasco secuestrado por ETA en 1982-, en relación con un alijo de 40 kilos de heroína; y tienen grabada una conversación de Hanggi con Laurent en la que el primero afirma que está dispuesto a seguir lavando dinero, aun a riesgo de que el 90%. del mismo sea sucio, es decir, procedente de la venta de droga. Esto, entre otras cosas.

Para el fiscal suizo Jorg Schild, es fundamental demostrar esa conexión. Si sólo se probara un contrabando de tabaco, como afirman los tres detenidos hasta ahora, el asunto quedaría reducido a la corrupción de un aduanero suizo por Joseph Arrieta. Y Schild sabe que sin la colaboración de la policía española no conseguirá probar la existencia de un tráfico de cocaína. El suizo afirma que, hasta ahora, la colaboración con España ha sido satisfactoria en algunas cosas, y que su objetivo es resolver los fallos de coordinación que han surgido en otras.

La investigación se orienta hacia la relación, recién descubierta, de Arrieta con Kastl; hacia el significado de una segunda red de tráfico de oro destinado a España y al análisis de la abundante documentación requisada en las oficinas de Porespa. Al final quizá se haga la luz, aunque siempre hay margen para el pesimista. Sin duda lo es Joseph Berthelot, que colaboraba con Claude Cabot en el tráfico de tabaco hacia Burdeos. Austero, como su pasado militar, parco de expresión y hasta de ideas, según el manual del buen espía, Berthelot declaró al juez Sengelin: "En este ambiente, todo es a la vez verdadero y falso, porque las cosas jamás se oficializan".

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