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Tribuna
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El tiempo

Debido a las temperaturas y a la persistencia de las altas presiones parece que se ha ido formando una especie de boina sobre la vertical de Madrid, y se han visto forzados a limitar mas el encendido de las calefacciones y el aparcamiento de vehículos en las zonas céntricas. Para los habitantes de la ciudad, el clima muy a menudo trae problemas. Y para los hombres y las mujeres de¡ campo, el clima es el problema número uno.Todos reunidos, si se contabilizan los pros y los contras, los diversos momentos en que para los residentes de unas zonas el tiempo es bueno y para los de otras malo, el balance resulta indiscutiblemente negativo. No sólo no llueve al gusto de todos, ni nieva, ni hace calor de acuerdo con un valor más o menos común. El tiempo permanece como el último factor productivo que sigue todavía sin entender las reglas de juego. Así, prácticamente todas las destrucciones de riqueza tras largos períodos de trabajar coligadamente el hombre y la naturaleza son culpa de fenómenos relacionados con el mal tiempo.

En sus diferentes estados posibles, el tiempo induce a una relación desacompasada y perversa con las gentes. Bastante extraño es, por ejemplo, que un grupo humano, campesino o industrial, se declare feliz con el tiempo que hace, pero en el supuesto de que así sea, nadie aceptará que tal modelo de felicidad se prolongue mucho. Tan pronto un tiempo tenido por conveniente sigue produciendo ediciones de sí mismo pasa a ser tratado como inconveniente, tiempo malo o mal tiempo. Precisamente lo que ahora ocurre sobre Madrid es de este tipo. Cualquiera que visite actualmente nuestra capital se dará cuenta del magnífico tiempo que hace, pero para los que vivimos aquí ese tiempo se ha transformado en una boina insoportable. Desconozco los sentimientos de los ecologistas científicos y de algunos metafísicos, pero desde un punto de vista vulgar, el tiempo, el discurrir de¡ tiempo, la variación del tiempo y hasta la mejoría del tiempo son sospechosas formas de amenaza.

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