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TORNEOS EUROPEOS DE FÚTBOL

Michel y Llorente despejaron la niebla del Gornik

J. DAMIÁN GONZÁLEZ El Madrid estuvo 22 minutos, 22, a punto de suspender otra vez su vieja asignatura pendiente europea. El conjunto favorito de los mineros de Polonia obligó al desconcertado equipo de Beenhakker a recurrir al arma letal del amplio muestrario que suele presentar su arsenal ofensivo en jornadas como éstas: la aparición de Paco Llorente y los centros de Michel desde la derecha. De uno de ellos nació el gol de Butragueño y el empate a dos que despejaba la confusión blanca, como si la decisiva niebla de Belgrado en el Estrella Roja-Milán se hubiese trasladado al Bernabéu.

Algunos significados jugadores madridistas suelen creer en determinados signos externos que les hacen caer en éxtasis de buen fútbol cuando les son favorables o en una espesa niebla cuando les son adversos. Y ayer casi todos volvieron a ver al Milán gracias a la antena parabólica. Y es que el Milán se ha convertido en la segunda obsesión de la plantilla desde que arrolló en el Bernabéu el pasado 1 de septiembre. Aquella derrota provocó tal confusión mental en el equipo que el Madrid tardó casi un mes en mostrar su alto nivel de calidad en la Liga española. Y es probable que algunos de esos jugadores sintiesen otra vez la presión psicológica que va a seguir siendo el Milán en este nuevo intento de conquista del Madrid de la Copa de Europa.

Los jugadores madridistas saltaron al Bernabéu con aire entre despistado y confuso y algunos hasta relajados pese a las continuas advertencias de Beenhakker respecto a la capacidad física de sus rivales y a sus buenos movimientos en bloque. Pero también había desajustes. Nadie supo cortar nunca las continuas penetraciones del lateral Grembocki, un rudo jornalero del balón que ayer compitió con el mismísimo Michel en efectividad a la hora de transportar el vagón por la banda derecha. En cuanto a Esteban, que es un eficaz lateral zurdo del que sus características de juego no admiten otra definición, se vio ante la tesitura de actuar como central ante un ariete rompedor, Baran, que le sobrepasaba en centímetros y en experiencia a la hora de moverse por la zona clásica de los delanteros centros.

El Madrid pasó por malos momentos, pero Buyo se encargó, otra vez, de salvarlos. A los 26 minutos Grembocki comenzó sus aventuras en una de sus continuas carreras por la banda derecha, centró y Baran se anticipó a Esteban. Era gol, pero Buyo reaccionó y lo evitó. Los polacos, que son gente religiosa, se quedaron durante unos segundos meditando, probablemente, en aquella histórica frase del argentino Morete -"el Madrid tiene un Dios aparte"- y, en mitad del rezo, Dankowski se despistó cuando tenía a Hugo Sánchez a un metro. Y eso es pecado mortal. Un minuto después Buyo volvió a repetir milagro ante un remate de Rzepka. Pero el gol hizo despertar algo al Madrid, que construyó algunas jugadas desbaratadas por Wandzik, un buen guardameta, aunque antes del descanso el Gornik conseguía empatar y comenzaba a creer que ese particular Dios de Morete repartía ya sus bendiciones.

En el segundo tiempo Schuster se convirtió en el factor de desequilibrio madridista. El alemán comenzó a rifar los balones para los polacos y de uno de sus errores nació el segundo gol del Gornik. La jugada la construyó otra vez el dos polaco por la banda derecha, por supuesto, y la remató el ariete Baran, naturalmente, anticipándose al voluntarioso Esteban. Desde el banquillo no se cambió a Schuster, sino al de siempre, es decir a Martín Vázquez, pero Michel se decidió a demostrar que aún es mejor que Grembocki. Y, al menos, la entrada del veloz sobrino de Gento sirvió para acompañar los avances de Michel por las bandas y el Madrid remontó a base de fe y ya de buen fútbol. Pero el Gornik dio otro aviso serio. El campeón polaco no es el Milán ni el Eindhoven, pero tampoco fue una maría para el Madrid.

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