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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un tardío descubrimiento

HAY TORMENTA en los informativos de Televisión Española. La destitución de Luis de Benito como director y presentador del telediario de la tarde se encuentra en el foco de la conmoción. Repentinamente elevado a la categoría de héroe de la libertad de expresión por quienes más lo denigraron hasta ayer mismo, el periodista descubre ahora, como quien se cae del caballo, camino de Damasco, que en el monopolio televisivo existen presiones del poder.La lluvia existía mucho antes de que Luis de Benito encontrase mojado el patio de su casa: afirmar a estas alturas que los telediarios son gubernamentalistas no es descubrir la pólvora. El ex director del informativo de la tarde se siente ofendido porque se diga que su programa ha perdido audiencia. Ciertamente, la ha perdido, pero, incluso si la hubiera mantenido, no por ello la calidad del producto habría estado garantizada.

Los informativos de la televisión pública siguen estando, como siempre, al servicio del que manda. Lamentablemente para Luis de Benito, el descenso de interés fue particularmente apreciable en el telediario que se emite a las 20.30. Y en punto a progubernamentalismo, lo menos que puede decirse es que el telediario de la tarde no le ha ido a la zaga a cualquier otro.

El cambio de director de un telediario figura entre las competencias de la directora general, aunque no puede dejar de llamar la atención que la crisis se haya producido en ausencia del director de informativos, Julio de Benito, hermano del destituido y autor de su nombramiento. Las intervenciones de la directora general para que se dé o deje de dar determinada entrevista con el presidente del Gobierno no son en absoluto sorprendentes. TVE, hoy como ayer, es más un aparato de propaganda que un medio informativo.

Mientras el monopolio televisivo funcione como funciona, las reglas del juego están clarísimas, y ningún profesional puede llamarse a engaño al respecto. Trabajar en Televisión supone estar a lo que decida su director, que es nombrado por el Gobierno. Entonces, cabe preguntar, ¿para qué sirve el Consejo de Administración de RTVE, teóricamente concebido para velar por los principios de imparcialidad y pluralismo? Pues para nada. Al menos mientras, traicionando el espíritu y la letra del Estatuto de RTVE, sus componentes no sean elegidos en función de sus "relevantes méritos profesionales", sino de su militancia política y fidelidad a la causa.

Lo de ahora es una anécdota, pero viene a recordar cuáles son los males de fondo de nuestra televisión. Esperar pluralismo, autonomía profesional e imparcialidad de un medio que actúa en régimen de monopolio, y que influye decisivamente en la formación de la opinión, es pedir peras al olmo. Que a su sombra florezcan pequeños nepotismos, luchas por parcelas de poder, rencillas personales no es sino el efecto de una estructura viciada desde el origen.

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