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Momento decisivo en la campaña electoral francesa por las divisiones en las filas de la derecha

Lluís Bassets

La campaña electoral francesa ha entrado en las últimas horas en el momento decisivo, y largamente esperado por los socialistas, en que las divisiones dentro de la derecha se hacen visibles y empiezan a perfilarse como obstáculos insuperables.Todo empezó con un rumor -el proyecto de unificación de los neogaullistas del RPR (Asamblea para la República) de Jacques Chirac; y de los liberales del Partido Republicano de François Léotard, siguió con una propuesta en toda regla del número dos de Chirac, Edouard Balladur, de creación de un único partido de toda la derecha para después de la elección y culminó anteayer por la noche y ayer con el rechazo del proyecto por parte de Raymond Barre, el candidato de la UDF (Unión para la Democracia Francesa) y de sus más fieles partidarios del partido democristiano CDS (Centro Democrático y Social).

Barre calificó las propuestas de formar un gran partido de maniobras e intrigas que no tienen nada que ver con la elección presidencial.

Los sondeos sobre expectativas de voto daban a finales de febrero una situación muy equilibrada entre Chirac y Barre, pero coincidiendo con el lanzamiento de la idea del gran partido conservador, Barre ha caído entre 4,5 y 6,5 puntos por debajo de Chirac.

Todo indica que esta operación, calificada por buena parte de la Prensa de OPA (Operación Pública de Adquisión), de Chirac: sobre la mayoría conservadora, significa el intento de defenestrar a Barre de la campaña electoral antes incluso de que se produzca la tardía aparición del candidato socialista.

Como en las buenas actuaciones de los tiburones bursátiles, el RPR cuenta con un submarino dentro de la empresa que quiere comprar. Se trata de los jóvenes liberales del Partido Republicano, que improvisaron ayer un lamento por la precipitación de la propuesta de unificación, a la vez que seguían trabajando activamente para conseguirla. Nada hay más dudoso en la campaña de Raymond Barre que el apoyo prestado por el partido de Léotard, cuyo principal interés reside en situarse en primera fila del nuevo mapa político que surja después de la elección presidencial. Léotard apuesta por la dirección del nuevo partido de la derecha, en solitario si gana Chirac, y con Chirac si gana Mitterrand, aunque esta última eventualidad tiene que ser más atractiva para el ministro de Cultura, que al decir de sus amigos debe aspirar a la presidencia en 1995. Todo este cúmulo de proyectos inmediatos y de fantasías a largo plazo produce el natural regocijo en las filas socialistas. El artículo publicado por Edouard Balladur en Le Monde, en el que actuaba de precursor chiraquiano, como sucediera en 1983 cuando anunció la posibilidad de la cohabitación, no tan sólo alienta las divisiones, sino que parte de una hipótesis fuerte, que es la de la victoria de Mitterrand. En palabras del director de Liberation, Serge July, "el RPR hace política como si condujera un tanque". Y añade: "El RPR habrá hecho más difícil todavía la unión inencontrable de la mayoría".

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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