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COPA DEL REY DE FÚTBOL

El Castilla forzó la prórroga en San Mamés y eliminó al Athletic por penaltis

Santiago Segurola

El Castilla, que llegaba a San Mamés acompañado por el entusiasmo casi épico que se dedica a algunos de sus jóvenes alevines, eliminó al Athlétic con las armas más inesperadas: la disciplina y la sangre fría, dos virtudes que se suponen en los jugadores curtidos. Hasta en los lanzamientos finales de penaltis, los que dieron el triunfo al equipo madrileño, los chicos de Vicente, del Bosque se mostraron más templados que sus adversarios, que deambularon voluntariosos, pero muy atribulados, por la alfombra bilbaína.

La severa cátedra local alabó el juego del Castilla. Bien armados sobre el campo, firmes en todos los aspectos del juego, en ningún momento los jugadores de Del Bosque perdieron la compostura. Más aún, cuando el Athlétic se adelantó en el marcador, el Castilla se sobrepuso, se hizo con el centro del campo y desequilibré al Athlétic.

El Athlétic, una vez más, dio enormes muestras de debilidad. Muy obcecado en su juego, sin frescura, los bilbaínos se toparon con el magnífico manejo defensivo del Castilla. Del Bosque sabía muy bien que el principal recurso ofensivo de los rojiblancos -aparte las jugadas a balón parado; en dos de ellas llegaron los goles locales- viene del poder de penetración de Gallego. Primero José María y después Gay ejercieron un marcaje tesonero y sin fisuras sobre el centrocampista vasco.

Atenazado Gallego, el resto del éxito del Castilla vino del trabajo metódico de sus jugadores. Y, entre todos, sobresalió Aldana, -uno de esos delanteros postmodernos que inducen al engaño: altísimo, un tanto zanquilargo y, en principio, con pocos boletos para el gambeteo, dispone, sin embargo, de un excelente manejo de la pelota, es rápido, marrullero cuando se necesita y ambicioso, muy ambicioso. En la catedral tenía la oportunidad idónea para desplegar su talento y en ésas estuvo toda la tarde. Por la derecha y por la izquierda, se enfrentó sin miramientos a los estupefactos defensas bilbaínos, que acabaron aburridos.

Por un momento, el partido tuvo las trazas de decantarse por el lado rojiblanco. El gol de Sarabia daba todas las oportunidades a los locales, que, sin embargo, asistieron estupefactos y también extraordinariamente desfondados a la crecida castillista. Los chicos de Del Bosque, casi con descaro, comenzaron a tocar la pelota, rasearla y lanzarla con intención. Todo el último tramo del partido correspondió a los foráneos que empataron en un remate maestro -media vuelta, volea y balón al hierro- de Hurtado. Ya en ese momento los alevines del Real Madrid estaban convencidos de la victoria. Tanto, que el gol de Urtubi no alteró para nada la cadencia de su juego, superior, por concepto y ejecución, al exhibido por el Athlétic.

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