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Reagan pierde el control de la política centroamericana

Francisco G. Basterra

La polémica entre Ronald Reagan y el líder de la Cámara de Representantes de EE UU, Jim Wright, por la intervención de éste en las negociaciones con Nicaragua, refleja la pérdida del control de la Casa Blanca en el proceso de paz centroamericano y el vacío por la ausencia de una política clara hacia los sandinistas. Es también un síntoma más de la eterna lucha, reavivada por el escándalo Irangate, entre el Ejecutivo y el Congreso por el control de la política exterior.

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Los hombres del presidente acusan a Wright de interferencia diplomática y de hacer el juego a Managua. Y el líder demócrata contesta afirmando que su intervención se debe a que la Casa Blanca no quiere un acuerdo negociado con Nicaragua y trata de boicotear el plan Arias y mantener a los sandinistas fuera del proceso."Algunos en la Administración están muertos de miedo de que se logre la paz. Hay un pequeñlo grupo -que espero no incluye al presidente- que no quiere una solución negociada, desea una solución militar", afirmó Wright tras una tormentosa reunión de una hora en la Casa Blanca con Reagan; el secretario de Estado, George Shultz, y el nuevo jefe del Pentágono, Frank Cartucci. Wright abandonó el despacho presidencial hablando de la intransigencia del presidente y defendiendo su actuación al entrevistarse la semana pasada con Daniel Ortega y con el cardenal Miguel Obando y Bravo.

El Ejecutivo acusa a Wright de crear confusión en la política exterior, invasión por el Congreso de las prerrogativas presidenciales en la conducción de la política internacional y dañar el principie defendido por Reagan de que Estados Unidos no negociará directamente con Nicaragua.

Wright, un tejano que no esconde su poco aprecio por la capacidad intelectual del presidente, argumenta que el Congreso tiene constitucionalmente un papel igual al del presidente en política exterior y califica de "infantil" la pataleta de la Administración.

Wright acusó ayer a Reagan de tratar a los países centroamericanos como "inferiores". El presidente de la Cámara denunció que la Administración desprecia a los dirigentes de Centroamerica "dándoles lecciones, dejándoles en ridículo y negándose a rec¡birles". "Mis instintos son prohablememte más igualitarios que algunos en la Casa Blanca", dijo Wright.

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La actividad de Wright, que negoció aquí con Ortega y Obando la propuesta sandinista de cese el fuego a la contra legitimándola de alguna forma, aísla más a la Administración como la única parte que no quiere un acuerdo diplomático y hace mucho más difícil para la Casa Blanca solicitar más dinero en ayuda militar para los rebeldes. Lo ocurrido demuestra también la creciente pérdida de respeto del Congreso por un presidente en sus últimos meses en la Casa Blanca y que no puede ser reelegido.

La furibunda reacción del Ejecutivo refleja asimismo que Reagan aún no ha digerido que el Congreso, en sus dos cámaras, está dominado por la oposición demócrata, lo que ha cambiado fundamentalmente las reglas del juego en Washington.

Wright y Shultz se reunieron ayer para calmar la disputa, concluyendo, en una declaración conjunta, que ambos quieren que el proceso de paz tenga éxito y que los esfuerzos se concentren en Centroamérica y "sean dirigidos principalmente por los centroarnericanos". "Ninguno de nosotros quiere crear problemas innecesarios" y deseamos trabajar conjuntamente para lograr soluciones".

Jim Wright, que conoce bien la problemática centroamericana, afirma que se entrevistó con Ortega y Obando porque se lo pidieron, y la Administración no intentó "disuadirme de hacerlo. Mi papel es de amigo y asesor, no de mediador. No estoy intentando suplantar al secretario de Estado, pero no necesito el permiso de Shultz para hablar con amigos de otros países". Wright ha enfurecido a la Administración con su oferta de implicar a asesores del Congreso y a personalidades norteamericanas en una comisión mediadora que asesoraría y verificaría un eventual alto el fuego entre los sandinistas y los contra.

Prudencia de los asesores

A pesar de que Reagan mantiene el mismo beligerante discurso antisandinista y su inquebrantable apoyo a los contra, Shultz y el jefe del gabinete de la Casa Blanca, Howard Baker, están tratando con mucha prudencia de que la Administración abandone su polémica política hacia Nicaragua. Reagan, que en 1985 prometió que haría "rendirse" a los sandinistas, está ahora más lejos que nunca de conseguir su propósito."Ha conrienzado un proceso gradual de: desvinculación de Centroamérica", afirmó un asesor del espionaje norteamericano. La proximidad de acuerdos históricos con la URSS aconseja también llegar a una solución negociada con Nicaragua.

Los asesores más pragmáticos del presidente aceptan ya que los sandinistas continuarán en el poder, y su objetivo, según fuentes de la Administración citadas por el. diario Miami Herald, sería que Estados Unidos esté fuera del avispero de Nicaragua antes de las elecciones presidenciales de noviembre de 1988, para que Reagan no deje como legado este problema al siguiente presidente.

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