El tiempo y las series
La nueva serie Régimen abierto (lunes, 22.15) tiene un problema común a las dramatizaciones de TVE: la dilatación de tiempos muertos. No se ahorran lo que en la sintaxis del medio son acciones invisibles o supuestas: subidas o bajadas de escaleras, largos paseos, retratos de personajes, palabras obvias. En los grandes modelos se consigue la simultaneidad: retrato, paisaje y frase se dan al mismo tiempo que la acción. En España se suele despiezar cada posible valor y ponerlos en fila. Suele tomarse una situación única y repetirla en cada capítulo (en este caso, los fines de semana en libertad de un preso en régimen abierto). La sospecha maligna es que es un problema de economía: ganar tiempo para llenar muchas horas de serie. La más inquietante es que se haya formado un estilismo, una pasión de cámara. La más grave es que, uniendo esta forma a algunas en que se desarrolla la novela, el teatro o el cine, se advierta que está ocurriendo en España una pérdida de sustancia informativa y narrativa, un desdén por el arte de contar, como si eso fuera un arte menor.Fuera de la cuestión general, lo que queda en la espumadera de este primer capítulo de Régimen abierto es una dignidad de imagen, una buena interpretación general, un diálogo aceptable. No es poco, si se mide con otros recuerdos de la producción propia. Pero sí lo es con arreglo a los cánones del género.
