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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La droga y la nueva histeria

LA EXTRAORDINARIA capacidad del presidente Ronald Reagan para elevar los sentimientos y las preocupaciones de la sociedad de su país al nivel de la histeria interesa no solamente porque sea la nación con más capacidad de fuego del mundo sino por su capacidad universal de influencia y porque las líneas sobre las que trabaja esta histeria contradicen seriamente unas líneas de conducta de razonable prudencia. Clama ahora el presiden te a una cruzada -la calificación es suya- contra la droga, que viene a continuación de la que lanzó contra el uso de una sexualidad que a él y a sus jueces les parece anormal y de la capitalización de una forma específica del terrorismo -el de procedencia árabe, que se ejerce en el Mediterráneo y en Europa-, las cuales traspasan todos los niveles de la serenidad.El problema de la droga es el que tiene mayor gravedad, y bien merece abordarse sin histerias y sin espíritu de cruzada, sino con medidas efectivas en los varios frentes que confluyen en el mismo, uno de los cuales se halla, efectivamente, en los mercados receptores, pero otro en las propias zonas productoras, sin olvidar el que forman los diversos conductos por los que la droga se pone al alcance de los consumidores.

Las agencias y organismos especializados que siguen de cerca el consumo de drogas en el mundo vienen dando voces de alarma sobre el aumento continuado en los últimos años, aunque últimamente parece haberse detectado una estabilidad en el número de consumidores habituales de heroína y cocaína, como consecuencia, seguramente, de la concienciación general ante los graves daños de este mal de los tiempos modernos.

La Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes de las Naciones Unidas ya denunció en su informe publicado en enero de 1984 la penetración sin precedentes que se venía produciendo en las sociedades industrializadas de las tres drogas más importantes: cocaína, heroína y cannabis (hachís y marihuana). El tráfico mundial de la droga se calcula en unos trescientos mil millones de dólares al año( 42 billones de pesetas),según cifras expuestas en la XV Conferencia de Ministros europeos de Justicia celebrada en Oslo en junio del presente año. En esta misma conferencia se manejaron las cifras de la Organización Mundial de la Salud, que eleva el numero de toxicómanos en el mundo a 48 millones, de los que 30 son adictos al cannabis, 1,7 millones al opio, y unos 700.000 son heroímanos. Sólo en España, donde la expansión del consumo de drogas en el último decenio ha sido espectácular, los consumidores habituales de cocaina son 83.000, los de heroína, 125.000, y los de cannabis, 1.824.000, según los datos que viene manejando el Ministerio de Sanidad y Consumo.

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Las medidas propuestas por Reagan en los Estados Unidos para combatir la droga, que a los sectores críticos les parecen anticonstitucionales, son varias. Una de ellas consiste en obligar a los funcionarios civiles en puestos llamados sensibles a someterse a análisis (extracciones de sangre, orina, exámenes físicos) para mostrar que no consumen drogas. Otra decisión es la de emplear el Ejército, la Marina y la Aviación en las fronteras y la tercera medida consiste en la aplicación de la pena de muerte por una acusación hasta ahora muy fluida: el tráfico de narcóticos del que se suponga ha producido alguna muerte.

Es cierto que el cáncer de la droga aparece en uno de los primeros lugares de las preocupaciones colectivas de la población; aunque los datos no indican que haya habido un aumento de consumo o de tráfico interior en los últimos años, el hecho de que estén muy próximas las elecciones llamadas de medio término -renovaciones del Senado, la Cámara y una legión de puestos elegibles en los Estados- hace que no haya una verdadera oposición política a Reagan, sino más bien una puja en las medidas propuestas por la cruzada: nadie se atreve a enfrentarse con una creación de histeria que viene ya produciendo una capitalización asombrosa en la prensa popular, el cine y la televisión. Pero no es concretamente esta utilización electoral del tema la que más puede preocupar, sino todo el conjunto del nuevo conservadurismo de combate, o cruzada, que está invirtiendo los grandes valores democráticos mediante una utilización del miedo. Una sociedad de bienestar -en la que las enormes bolsas de pobreza tienen escasa capacidad de influencia política- es fácilmente sensible a las amenazas manipuladas hasta el extremo: si en lugar de combatir esas amenazas con la serenidad, con una política que sepa contener, localizar y desarraigar las causas del problema en lo que pueda tener de remediable (y normalmente se sabe en qué sectores de Estados Unidos está localizado el gran tráfico de drogas, muy por encima del nivel de los contrabandistas o de los camellos), se pasa a los gritos medievales de la cruzada y a medios extraordinarios que contradicen el basamento ético de la civilización, el riesgo es el de crear un sentido de orden y poder arbitrarios que den una configuración nueva a la idea de democracia hasta el punto de que se pueda perder o de que el nombre se quede vacío.

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