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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La inflación, ¿controlada?

OLVIDADOS DESDE el primer momento los objetivos redistributivos de su programa electoral, los socialistas en el Gobierno han llevado a cabo durante la presente legislatura un orden de acción sobre los desequilibrios estructurales de la economía española, y pusieron la prioridad en la lucha contra la inflación. Nada muy diferente, si bien se mira, a las políticas de los Gobiernos de UCD.La asunción por parte de la socialdemocracia europea del esquema de pensamiento y actitudes conservadoras en materia económica -política de rigor y ajuste junto a sacrificios salariales, flexibilidad de empleo, disminución de la inversión pública y potenciación del riesgo empresarial- explica la euforia de los gobernantes españoles ante el cierre del ejercicio de 1985 con un índice de precios al consumo (8,1 %) cercano a las últimas previsiones del Ministerio de Economía y Hacienda. Este porcentaje, menor en casi un punto a la inflación de 1984, apuntala una política económica de la que todavía se desconoce qué grado de crecimiento generará y que lleva en su debe el no haber impedido el crecimiento del desempleo hasta cifras cercanas, si no superiores, a los tres millones de personas.

Para hacer un análisis de la coyuntura española, para determinar si se encamina hacia una recuperación sostenida, habría que sumar y restar elementos tales como tasas de crecimiento, inflación, paro, balanza de pagos, excedentes empresariales, etcétera. Mientras no se conozcan todas estas tendencias no se podrán lanzar las campanas al vuelo. Del mismo modo que conviene no olvidar que su valor es relativo, tanto por la deficiencia de las estadísticas nacionales como por adquirir su auténtico valor sólo en comparación con los países de nuestro entorno. En definitiva, se trata de saber si la economía española es más o menos competitiva respecto a los países de la Comunidad Europea.

El dato del IPC anual, con ser bueno, no debe hacer olvidar que las primeras previsiones del Gobierno fueron las de acabar el año con una inflación del 7%. Este módulo fue variado ante el comportamiento de la situación internacional, pero también dada la atonía experimentada por la economía española en la primera mitad del año, que impulsé al entonces titular del Ministerio de Economía, Miguel Boyer, a tomar en el mes de abril una serie de medidas reactivadoras y, por tanto, también inflacionistas.

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En cuanto al comportamiento de los precios en el mes de diciembre (incremento del 0,4%) merece la pena hacer algunas reflexiones en vistas a una prospección del futuro. Por un lado, los precios alimenticios han mantenido la tendencia de los últimos años de subir por encima del índice general; lo que ocurre ahora es que los alimentos tienen menor ponderación dentro del nuevo IPC aprobado hace unos meses. Sin embargo, los precios de los productos no alimenticios han evolucionado a tasas inferiores a las generales, lo que parece indicar que la llamada inflación subyacente está más controlada. Las acusaciones realizadas desde la oposición hacia el Ejecutivo de haber "politizado" el IPC y hasta de haberlo manipulado habrán de ser probadas con datos concretos, aunque no existen casi dudas sobre lo irregular que es variar unos sistemas de medición concretos en medio de un ejercicio. Por todo ello la sorpresa por el comportamiento de los precios en diciembre parece tener su principal justificación en los misterios estadísticos: muchas veces esta disciplina parece caminar en sentido contrario a lo que se percibe en la calle.

Ahora hay que aguardar a conocer los efectos de la implantación del impuesto sobre el valor añadido (IVA) en los tres primeros meses del año que corre para considerar si el fenómeno inflacionista en España sigue la senda del resto de los países de Occidente, en los que esta variable está controlada y pueden aplicar políticas de mayor crecimiento. La baja del precio del petróleo, de ser sostenida, significaría una disminución de los costes de los carburantes y repercutiría inmediatamente en casi todos los elementos del índice de precios. Sin duda esta es una de las esperanzas del Gobierno. Pero éste tiene más motivos para la cautela que para el optimismo, y las buenas noticias de diciembre merecen por el momento ser puestas en cuarentena.

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