La ley no basta para parar los golpes
"Me pregunto si la justicia sólo va a actuar cuando mi ex marido acabe con mi vida". María Luisa Gañán Gil, de 45 años de edad, resume con esta interrogante su situación. Separada de su marido, Álvaro López Portilla, hace tres años, desde entonces ha visitado 40 veces las comisarías de Madrid para denunciar agresiones y amenazas, entre las que consta una por un disparo realizado contra la ventana de su domicilio. Las abogadas de María Luisa confiesan que la justicia es impotente para poner fin a un caso como éste, con ribetes dramáticos.
María Luisa Gañán confiesa que ha vivido aterrorizada los tres años que dura la separación del matrimonio. Conserva la cicatriz de una puñalada en el cuero cabelludo que requirió 13 puntos de sutura. Pero su ex marido no ha renunciado al acoso. "No me atrevo a salir a la calle sin compañía", dice la víctima, "y después de utilizar todos los recursos legales y solicitar apoyo de todas las instituciones, la situación es todavía más insostenible. El hombre sigue haciendo su santa voluntad".Cuando María Luisa Gañán decidió disolver su matrimonio, después de 16 años, sólo pensó en el problema sentimental y económico que se le venía encima. Nunca imaginó que su esposo, cuyo actual domicilio ignora, se resistiera a la ruptura hasta el punto de acosarla con amenazas verbales, pintadas insultantes por las calles y agresiones físicas que han dejado marcas en su cuerpo. La última, ocurrida durante la madrugada del día 5 del pasado mes de julio, le ha supuesto a María Luisa Gañán una baja médica de 18 días por lesiones graves en dos costillas y una herida en la mejilla que precisó tres puntos de sutura.
"Las denuncias y los juicios a los que he asistido", explica María Luisa, "son incontables. Le condenan, pero la situación sigue siendo la misma". Las primeras sentencias de los ocho juicios de faltas ya concluidos han condenado a Álvaro López a multas que van desde las 1.000 a las 7.000 pesetas.
En los dos últimos juicios, por un delito de lesiones y otro continuado de amenazas, el agresor fue condenado a dos meses de arresto mayor y una indemnización de 57.000 pesetas, y a cuatro meses de arresto mayor y 100.000 pesetas de multa, respectivamente. En este último caso, el juez también estableció una cantidad de 200.000 pesetas en concepto de fianza, que Álvaro López Portilla perdería si volvía a molestar a su ex mujer, o, en su sustitución, un destierro de dos años a 25 kilómetros. La sentencia ha sido recurrida y el hombre ni ha pagado fianza ni cumple destierro.
La última sentencia, más dura que las anteriores, fue consecuencia de los incidentes ocurridos en noviembre del pasado año. "Por la tarde, mi ex marido me amenazó con una navaja, en presencia de una amiga y su novio", explica María Luisa. "Después, cuando ya estábamos en mi domicilio, oímos un ruido extraño y comprobamos que se trataba de una bala que había atravesado la ventana y había quedado alojada en el techo de mi dormitorio". En el juicio se demostró que la bala correspondía a una carabina del calibre 22 propiedad de López Portilla. Por este motivo ingresó en la cárcel de Carabanchel, donde permaneció 45 días. La sentencia fue apelada y el juez la suspendió.
La abogada de la víctima, que pertenece al despacho de Cristina Alberdi, explica que las agresiones conyugales, en la mayoría de los casos, "no se juzgan como delito continuado, y los culpables acaban en juicios de faltas, que no se registran como antecedentes penales". Para la letrada, esta situación desemboca en un círculo vicioso que propicia la impunidad. "Al carecer de antecedentes penales, el juez no decreta casi nunca la prisión del condenado".
La última denuncia
Antes de conocer la sentencia definitiva de los dos últimos juicios las representantes legales de María Luisa Gañán tuvieron que presentar una nueva denuncia por lesiones, el pasado mes de julio. "Se abalanzó sobre mí y empezó a golpearme", cuenta María Luisa. "Si no se ponen por medio dos amigos que me acompañaban, me hubiera matado allí mismo".La actitud segura de María, Luisa desaparece cuando habla del encierro al que le obliga las acciones de su ex marido. "No me atrevo a salir sola a la calle y he tenido que rechazar un trabajo, que necesito, por este motivo". "Casi tan desolador como esto", añade, "son las continuas llamadas de teléfono que recibo solicitando servicios dudosos". Las personas que llaman han conseguido su teléfono en pintadas soeces que ocupan paredes de edificios del barrio. "Hay buenas personas", dice Gañán, "que ya incluso me avisan para que mande retirar las pintadas, pero otras se dedican a soltar groserías".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.