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Campeonato mundial de ajedrez

Karpov y Kasparov, tablas en la primera partida

La Casa de los Sindicatos fue ayer una auténtica fiesta del ajedrez. En la sala de columnas, la gran final del campeonato mundial: responsabilidad, mucho en juego y tablas en el movimiento 37 de la primera partida a propuesta del aspirante, Gari Kasparov, que el campeón, Anatoli Karpov, no rechazó. En la sala de prensa, un zoco ajedrecístico de primera calidad: ideas y jugadas a precios de ganga. Veinte tableros repartidos en mesas frecuentadas por periodistas, expertos y, sobre todo, grandes maestros.

Sólo en una de esas mesas, en la sala del fondo, como ya la llaman todos, más grandes maestros de los que pudiera soñar algún torneo internacional: el ex campeón mundial Vasili Smislov, sus compatriotas Polugayevski, Gufeld, Taimanov... y el conocido maestro argentino Miguel Naidorf. Ajenos aparentemente al juego de los dos protagonistas, todos estos campeones -algunos, de antaño presentan a la galería sus propias ensoñaciones. No son ellos, sin embargo, los mejores. Por eso no están en el interior de ese mágico monitor televisual que va sirviendo en bandeja cualquier pormenor de la gran final.Como todas las iniciales, dicen los más vicios, la primera partida fue de tanteo. Anatoli Karpov, el tricampeón, jugó con las blancas. Abrió con una tradicional apertura keres. Kasparov replicó con una defensa siciliana de libro de texto. Todo, normal. Karpov, mucho más reposado, sereno y estático. Kasparov, más torbellino, con su gran capacidad para sorprender. Y lo hizo. Fue en la ya histórica jugada número 15. El alfil, a la posición 7. Un murmullo de estupefacción en toda la sala. Inmediatamente, las enciclopedias vivientes del ajedrez, técnicos y maestros buscaron y rebuscaron en su mente para encontrar un antecedente a la extrañísima jugada del joven Kasparov. Parecía increíble, pero nadie encontró ese precedente. El aspirante acababa de inventar una nueva variante. Y se había permitido el lujo de mostrarla en la primera partida y ante el tricampeón.

A partir de este momento, la temperatura subió entre el auditorio. A pesar de todo, fue una partida de tanteo. ¿Pero qué será capaz de enseñar Kasparov de ahora en adelante? Eso nadie lo sabe. Y a quien más debe preocuparle, sin duda, es a Karpov.

Puede ser la final de los nervios. En una conferencia de prensa, hace días, Kasparov dijo que había dedicado atención por igual a los aspectos físico, técnico y psicológico de su preparación. Puede ser un encuentro muy largo. Nadie ha podido todavía con los nervios de Karpov, pero ésta será, a buen seguro, su más dura prueba. Las computadoras afirman que, hoy por hoy, el campeón es el número uno. Pero no se atreven a dar el mismo pronóstico si el encuentro se prolongara varios meses. ¿Buscará Kasparov las tablas para que el desgaste juegue a su favor?

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