El Barcelona sólo opuso impotencia e individualidades ante un campeón que supo defender su ventaja
Los claveles rojos y blancos lucían ayer más guapos que nunca por las calles madrileñas. El chirimiri que cayó sobre Madrid durante todo el día convirtieron sus vivos colores en el mejor espejo de lo que iba a ser la noche futbolística. Esas flores, que portaban en sus solapas los hombres y mujeres vascos que vinieron a empujar a su Athlétic en la noche del doblete, hacía presagiar lo mejor para una afición que, no contenta con el título de Liga, deseaba regresar a Bilbao con las manos llenas de trofeos. Y lo lograron. Y lo lograron, porque a ese color, a esas ansias de triunfo, los bilbaínos añadieron fuerza, organización, disciplina, ambición y fe. Frente a ello, el Barcelona únicamente pudo oponer impotencia, nulidad en el centro del campo y absurdas individualidades.Fue el Athlétic de todas las tardes, contra el Barcelona de multitud de ocasiones. Un equipo con un entrenador valiente, Javier Clemente, contra un conjunto dirigido por un técnico sabio, pero cobarde, César Luis Menotti. Clemente arnesgó y ganó. Menotti conservó y perdió. Porque Clemente dejó en el banquillo a Gallego y Sola -confiando en Patxi Salinas, un muchachote que se dejó la piel en el campo y bien- y volvió a reservarse a Sarabia para la última media hora, impidiendo incluso que Noriega -al que todos colocábamos en el eje de la delantera canrpeona- se vistiera. Con el número nueve jugó Endika. Y fue ese chaval quien, en el minuto 13 de juego, dejó sentado en el césped a Urruti, consiguiendo el que sería gol del triunfo bilbaino.
Anoche volvió a demostrarse que este es el año del Athlétic y que, por si fuera poco, estamos en la antesala de una nueva década vasca. Este equipo durará, porque tiene fuerza y practica un fútbol efectivo y contundente. Tiene cantera y amor propio. Y un técnico hablador, pero vivo y pícaro. Clemente empezó jugando un pressing arrasador, que impacientaba al centro del campo azulgrana, y manteníajunto a Urruti a la defensa catalana. El Barcelona, que había organizado la final con Schuster organizando el juego desde atrás y Maradona en punta, vio limitados todos sus movimientos. Al cuarto de hora, el Athlétic era ya campeón. Mientras 50.000 gargantas rojiblancas pedían "más y mucho más", los rojiblancos retrasaron ligeramente su pressing y se decidían a verlas venir.
La reacción que no llegó
Había que ver como reaccionaba el Barcelona. Pero el Barcelona se pasó todo el partido sin reaccionar. Tras el gol, Rojo adelantó su posición, intentando reforzar la defensa, pero como el que tenía que hacer el fútbol (Bernd Schuster) estaba de vacaciones, los azulgrana debieron limitarse a practicar un juego de salón, de pase corto, de paredes sin sentido, de escasísima profundidad, basándolo todo en sus individualidades. Pero como Carrasco y Marcos se liaban y Maradona estaba muy bien marcado por Goikoetxea: y Liceranzu, los perdedores se vieron obligados a confiar únicamente en los balones parados, en las faltas que Franco Martínez no cesó de señalar por derribos -unos verdaderos y otros fingidos- de los atacantes azulgrana.
Menotti diría al final que "un equipo ha querido jugar y otro, no. Y así no hay quien juegue". Bueno. El Athlétic jugó para ganar y no atacó más por dos razones fundamentales: una, porque colocó el 10 a los 13 minutos y dos, porque no tuvo necesidad de superar ningún tanteo adverso. Otra cosa hubiese sido que el Barcelona hubiese obligado a los vascos a forzar la máquina, pero Clemente y compañía se dieron cuenta rápidamente que aquel rival estaba muerto, que aquel rival no tenía fuerza y que lo más inteligente era esperarlo atras y buscar el segundo gol de contragolpe.
Menotti no es atrevió
Menotti, que veía como su equipo era incapaz de crear ocasiones de gol de verdad -Zubizarreta sólo detuvo un balón peligroso en toda la segunda parte, un cabezazo de Schuster en el minuto 79-, no tuvo valor para cambiar al centrocampista alemán,falto de condiciones y borrado del campo durante todo el encuentro. No dio ni un sólo balón de peligro, no desplazó el balón con precisión, no metió pases profundos, no hizo jugar a sus tres puntas.
Sin ese fútbol de Schuster, el Barcelona era un candidato muerto y, por tanto, Menotti debió reaccionar, al fin y al cabo, porque le pagan por eso. No tuvo valor de cambiar al alemán por Esteban. Pensó que con un golpe de suerte del rubio podía empatar el partido y aspirar a la prórroga. Tal vez si Maradona hubiese bajado a crear, utilizando los balones que Víctor y Esteban recuperaran para él, la portería de Zubizarreta se hubiese visto acosada.
No fue así y el Athlétic ganó fácil. Mañana, Bilbao hará fiesta. Al que no vaya a la ría, se le caerá el pelo. En ese momento, el Barcelo na estará preparando las maletas para jugar un bolo en Italia, frente al Udinese de Zico. El dinero sigue siendo importante en La Masia. Veremos qué pasa. Se ha perdido la Liga de fútbol y la de baloncesto, la Copa de fútbol y la de baloncesto. La Copa de la Liga, el trofeo más devaluado del deporte espa ñol, será el próximo objetivo de un club con 1.794 millones de presupuesto.
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