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Shao,

de la que el teletipo sólo dice que es pequeña, sin precisar la edad, es un exponente de la suerte que, en algunos aspectos, corren las mujeres en China, donde se enfrentan la postura oficial y la práctica tradicional. En el país donde suele decidirse que las madres aborten cuando el feto es femenino, Shao se ha casado. Después del festejo, estaba, tan cansada que se desmayó. Los parientes decidieron que el problema de Shao era que tenía un demonio abrazado a la espalda y, para ahuyentarlo, la prendieron fuego. Terminó en la cama de un hospital, con quemaduras de segundo grado.

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