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Tribuna
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El ajuste

Así que están volviendo casi todos. Son días locos éstos de septiembre, en que el teléfono no cesa de sonar devolviéndote las voces de los amigos que perdiste durante las vacaciones. Todo es un ir y venir de almuerzos y cenas que sellan el reencuentro; la moqueta de la sala de estar se convierte en un mapa sobre el que dedos índices todavía conmovidos por el recuerdo marcan las rutas de la felicidad. No son ellos y tú, son ellos, y tú, y lo que conocieron, los rostros, las calles, los olores, las plantas, los sabores, los mares, los amores que consumaron y consumieron en el paréntesis de dos aviones. Hoy, una muchedumbre, un atlas, está tomando el té en mi tresillo.Te recuperan en el marco de siempre, los amigos, y echan ancla en tu falda, cargada la bodega, conjurado el hastío por un tiempo. Y mientras cuentan collages de Partenón y Caribe, de prados irlandeses y tuaregs, de playas pequeñas y pueblos encalados, tú les vas sintiendo ajustarse, como siempre, apenas modificados, a esos rincones tuyos que siempre les pertenecieron. Sólo entonces verificas lo dura que te fue su ausencia, cómo tú misma intentaste soslayarla sumergiéndote en tu propio mar, llenando el vientre de tu propia barca, dejándote imprimir en otras tintas.

MARUJA TORRES

ENVIADO ESPECIAL

Se ajustan muellemente los amigos, se deslizan aceitados hasta el refugio que les pertenece. Con más bronce en el cuerpo, más sonrisa en los dientes, repuesto el entusiasmo, listos para ayudarte a bombear el corazón de la ciudad. Qué alivio tenerles otra vez tan cerca, tan adentro. Qué sensación de vida no desaprovechada, de inversión no perdida. Sólo cuando te buscan a la vuelta, tratando de engañarte como si fueran nuevos, comprendes cuánto echaste en falta el fulgor de sus arrebatos, el chapoteo de sus neuras, el atropello de sus proyectos.

Cómo añoraste esas noches de paseos hasta que el frío te amorata los labios, los interminables monólogos al borde del futuro, el vino y el miedo compartidos, las llamadas de socorro, los optimismos repentinos que urge comunicar.

Y te sientes afortunada por seguir participando del mismo lenguaje, por haber crecido en paralelo, por volver a coincidir, después de la carencia, en la única patria que no admite fronteras.

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