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La industria española y su integración en la CEE: hacia nuevas estrategias empresariales

La situación por la que atraviesa la economía mundial está obligando a una revisión profunda de los análisis y de las soluciones conocidas. La intensidad del cambio tecnológico y social de los últimos y recientes años y la aparición de nuevos partícipes en la división internacional del trabajo hacen diferente y peculiar la presente crisis económica. En consecuencia, diferentes deberán ser las estrategias y políticas a seguir por los agentes del sistema económico, enfrentados a una competencia internacional -producto de la mundialización de la economía- cada vez mayor y más difícil, lo que conduce a una marginación de las empresas que no han podido adaptarse a las nuevas exigencias de la industria y del mercado actual.

Esta situación exige un claro conocimiento de la estructura industrial, así como del nivel de competitividad en el mercado mundial de cada agente. En este sentido se están planteando y aplicando en los últimos años procesos de ajuste y políticas de reestructuración de sectores y de empresas, tanto en cuestiones de tecnología y de inversión como organizativas y de gestión. Pero no basta con esta política si no se saben generar las "estrategias de salida de la crisis", las cuáles pasan necesariamente por una evidente puesta al día en el terreno tecnológico y en el campo de la dirección y organización, esfuerzo innovador que ha de ir acompañado de buenas dosis de creatividad e imaginación que permitan un acertado aprovechamiento de las fuerzas y una reducción de las debilidades de la estructura productiva y comercial del país, analizado a nivel sectorial y empresarial.Estas consideraciones preliminares van a someterse a análisis y discusión próximamente, con motivo de la celebración en Madrid del VII Congreso Mundial de Economía, durante los días 5 al 9 de septiembre, congreso que se desarrollará en tomo al título general: Cambio estructural, interdependencia económica y desarrollo mundial, El cual será posible gracias al esfuerzo de los economistas españoles, representados por el Consejo General de Colegios y, más en concreto, por el Colegio de Economistas de Madrid, responsable de su organización. Suceso que se producirá en un año y en unos momentos de peculiar importancia para el futuro de la economía española y en una época que permitirá valorar con alguna perspectiva el plan económico iniciado por el Gobierno, concretando unos programas y decisiones que esperamos y deseamos configuren la nueva estrattgia económica, marco necesario para que la empresa elabore y ponga en práctica la dirección estratégica requerida.

La nueva encrucijada

La empresa española tiene ante sí uno de los retos más importantes de nuestra historia económica moderna, cual es, de un lado, superar la crisis, y, de otro, lograr una integración en un tiempo cercano en la Comunidad Económica Europea con unos resultados favorables o los más positivos posibles para nuestra economía. Los empresarios han de definir unas estrategias y unas políticas adecuadás al nuevo escenario, que precisamente por ser nuevo dificultará aún más la elección estratégica, en cuanto que incorpora mayor incertidumbre, la cual se reducirá si antes se profundiza en la evaluación comparativa de los sectores y de las empresas españolas y comunitarias. Para ello, hay qué procurar el ambiente y los medios que propicien una actitud estratégica en los sujetos económicos españoles, caracterizada por un espíritu de participación y por una capacidad de adaptación permanente.

Es suficientemente conocido que nuestros productos industriales y agrícolas tienen grandes problemas de competitividad, siendo además muy desiguales sus circunstancias, pues no sólo confluye en el tema el impacto de los mayores o menores costes industriales, sino también los costes financieros y comerciales, derivados éstos de los canales de distribución y circuitos de comercialización, bastante deficientes en algunos sectores potencialmente competitivos y especializados. De los estudios realizados en comparación con la CEE se desprenden los siguientes rasgos: a) una estructura productiva menos desarrollada, caracterizada por el menor aprovechamiento de inputs dinámicos y estratégicos, intensivos en capital, junto a una clara dependencia exterior; b) una mayor utilización de mano de obra, y c) una menor productividad total. Rasgos que hacen necesario definir una adecuada política industrial y comercial para aprovechar las ventajas comparativas de algunos productos a corto plazo y potenciar las que se deriven de la política de ajuste a medio plazo.

En cuanto al estado actual de la estrategia empresarial, hay que señalar dos cuestiones que dificultan su elaboración, al menos con un grado de eficacia deseable: a) la inestabilidad o turbulencia del entorno, y b) la de la organización. En definitiva, estos dos fenómenos caracterizan la crisis industrial actual: conflicto de intereses, pérdida del liderazgo en la dirección, disminución de la capacidad de decisión del empresario, inadecuación de las estructuras actuales de organización ante la movilidad del cambio tecnológico y social, etcétera.

Si la incorporación de la actividad estratégica a la dirección es relativamente moderna, la aparición virulenta de la crisis ha producido el retraimiento de la misma, lógica en una primera etapa, pero improcedente una vez superados los momentos iniciales, pues si algo puede ayudar a salir de la crisis es la citada actitud estratégica, si bien sus soluciones puede que sean distintas a las que conocía la ortodoxia de la planificación estratégica de finales de los sesenta.

La necesaria adaptación al entorno actual exige la respuesta a la siguiente cuestión: ¿puede existir una estrategia empresarial sin una política industrial de Estado? Creo que hay que aceptar su complementariedad, la idea de que representan las partes de un proceso negociado. Es decir, primero se debe definir la política industrial en el contexto de la planificación económica, definición que se explicita en unas estrategias de industrialización a corto, medio y largo plazo, que implican un conocimiento claro de las medidas de ajuste de los sectores en dificultades o en crisis y las de apoyo a los sectores sensibles y estratégicos, correspondientes a la estructura del futuro. Segundo, la empresa diseñará el estilo de dirección adecuado para la supervivencia y desarrollo en el nuevo escenario económico.

En suma, la interacción Estado-empresas se hace necesaria para diseñar las estrategias de industrialización, las cuales deben apoyar a los sectores y empresas más competitivos en la actualidad y en el futuro, propios del nuevo modelo industrial que nos tocará vivir en los próximos años. El problema se centra en cómo el sistema económico absorberá los costes de la reestructuración, de la redefinición de sus objetivos.

Estrategias contra la crisis

El establecimiento de estrategias de industrialización se debe acompasar en el tiempo. Unas serán de tipo defensivo, a corto y medio plazo, y otras ofensivas, a medio y a largo plazo o estrategias de salida. Las primeras responden a las conocidas como de ajuste o reconversión industrial, mientras que las segundas, las que más interesan, configurarán la denominada matriz industrial estratégica.

Una y otras estrategias (Estado-empresas), en cuanto que sean ofensivas y a medio y largo plazo, han de permitir la definición de la matriz industrial estratégica basada en los sectores sensibles o estratégicos que son aquéllos que explotan tecnologías nuevas e intensivas en capital y representan industrias de productos con demanda en alza continua; también en dicha matriz deberán estar reflejados los sectores básicos o que configuren la estructura productiva del país y que han sido motor de su crecimiento económico y que aún, por su volumen de inversión y reestructuración efectuada o en realización, tienen importante participación en el PIB. En los momentos presentes se viene discutiendo cuáles son estos sectores sensibles o del futuro, pues aunque algunos lo son a nivel mundial, otros hay que relativizarlos según las ventajas comparativas de la estructura productiva de cada país, estructura que se configura por los llamados sectores básicos.

En general, como sectores de futuro o correspondientes a la indicada matriz, se señalan los siguientes: electrónica especializada, energía, agroalimentación o bioindustrias, material de transporte, contrucciones mecánicas, construcciones electrónicas y eléctricas y química inorgánica (plásticos especiales). Sectores que responden a las líneas tecnoIógicas del futuro: biotecnología (procesos biogenéticos), microelectrónica (microprocesadores), telemática, robótica, tecnología eléctrica (microondas, radiación, láser, electrónica potente, etcétera) y nuevas energías.

De cualquier forma, no hay que olvidar que el Estado y las empresas no pueden, a medio plazo, evitar el condicionamiento de su actual estructura industrial; por tanto, una estrategia de salida de la crisis debe elaborar una matriz estratégica, partiendo de los sectores básicos actuales e incorporando de forma planificada los sectores sensibles.

La estrategia de salida de la crisis se debe apoyar, tanto a nivel sectorial como empresarial, en una revisión de las clásicas estrategias de integración vertical y de diversificación, aunando ambas en una estrategia integrada tecnológicamente, exigencia derivada del nuevo planteamiento en base al concepto de cadena de industrias integradas, estrategia de salida que procura establecer una adecuada combinación de ramas de actividad básicas y ramas de actividad sensibles. Defino la cadena de industrias integradas como el "conjunto articulado de actividades económicas integradas, integración que se logra de forma consecutiva o encadenada a través de eslabones tecnológicos en todas sus fases, eslabones comerciales o de mercado y eslabones financieros o de uso del capital".

Estas reflexiones son importantes para estudiar el papel de la empresa española ante la economía mundial, en general, y en concreto, ante su adhesión a la CEE. Es decir, para conocer cuáles serían las estrategias de salida de la crisis que pongan a la industria española en vías de competir con las de otros países desarrollados y en vías de industrialización.

En cualquier caso, es evidente el esfuerzo a realizar por el Estado y por las empresas españolas para adecuar y modernizar, de un lado, el aparato productivo a las nuevas demandas de la economía mundial y, de otro, las estrategias que permitan la mayor apertura a los mercados exteriores. Acciones que hay que instrumentar en cualquier caso, pero que parecen más inmediatas ante la posible integración de nuestra economía en la CEE. Creo que en estas acciones tiene un papel preponderante el análisis de las cadenas de industrias integradas, las cuales tienen la gran virtud de aprovechar al máximo el potencial estratégico de los sectores o de las empresas. Potencial que, como es sabido, se explica por los factores que aseguran una posición competitiva y de poder frente al mercado, por unos indicadores de eficacia organizativa y por el grado de adaptabilidad (reestructuración) del sector o de la empresa ante el entorno.

es catedrático de a Empresa (universidad Autónoma de Madrid) y presidente del Comité Organizador del VII Congreso Mundial de Economía (Madrid, septiembre de 1983).

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