El 'oscar' de Severiano
Con su triunfo en el Masters de Augusta, Severiano Ballesteros ha conseguido el galardón más importante de su carrera deportiva. Es cierto que en 1980 Seve ya se había apuntado este torneo y que, antes y después de esa fecha, había venido redondeando uno de los palmarés más impresionantes de victorias no ya en el mundo del golf sino en el historial de cualquier deportista español de todos los tiempos. Pero, lo que acaba de lograr en el Estado norteamericano de Georgia es mucho más significativo, precisamente porque se trata de un doblete.Cuando Manuel Santana ganó Wimbledon en 1966, le fue asignada la cabeza de serie número cuatro. Para entonces el tenista español había obtenido ya dos victorias en Roland Garros y un número incontable de torneos menores, pero le faltaba una gran reválida en la cátedra¡ del tenis y sobre una hierba no menos catedralicia. Sin embargo, los organizadores le habían dado ese número que no se otorga nunca a los grandes campeones, sino el que corresponde a los spoilers, a los que, quién sabe, a veces estropean el pronóstico. Un número exótico de ni pobre ni rico, sino todo lo contrario. Cuando se plantó en las semifinales con una previsible final contra el norteamericano Denis Ralston, cabeza de serie número siete, y tan anómalo como él para alzarse con la victoria final, el gran comentarista y antiguo campeón Fred Perry, cambió de disco y empezó a decir que si Santana no ganaba ese año ya nunca más lo tendría tan fácil. En ese momento, tanto o más como cuando se alzó con el triunfo, Santana dejó de ser una anomalía, un español dentón y entrañable, para convertirse en un as mayor de edad.
Algo así le ha ocurrido a Severiano Ballesteros, por lo menos para el público norteamericano, que no para el europeo y menos aún para el británico, el más generoso que haya existido jamás para con los grandes ases españoles de los deportes inventados en las Islas. Es cierto que ningún golfista insignificante ha ganado jamás el Masters, pero algunos, ayudados por la fortuna, coronaron las cuatro vueltas de los 18 hoyos sin ser necesariamente por ello los mejores del momento. Por añadidura, esos vencedores, como Craig Stadler, el del año pasado, eran australianos o surafricanos o, preferentemente de casa, los EE UU, y no de un país bizarro lleno de matadores y futbolistas que, con permiso. de Santiago Esteva y de Rafael Escalas, el último producto de exportación que había enviado a Norteamérica era Hernán Cortés.
Por eso, Ballesteros al demostrar que la flauta no sonó un año porque los dioses de los links le fueran favorables, sino que él solo es toda una sinfonía del putt y del drive, ha dejado esta semana de ser una anomalía en el sueño americano. Por eso, cuando el año que viene Seve vuelva a los campos intensamente clorofilados de Augusta, las cámaras de televisión no buscarán únicamente al veterano Arnold Palmer, ni la revista Time llenará dos páginas de avant match propugnando la candidatura de Tom Watson a la sucesión histórica de Nicklaus, que ganó cinco Masters. Severiano ya tiene desde esta semana su Oscar del golf.
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