Moderación y modernización de la sociedad española
Los males tradicionales de nuestro pueblo han sido la intolerancia y el aislamiento. Ambos males se han alimentado mutuamente en nuestra historia, siempre con el mismo resultado final: luchas fratricidas de una parte, y, de otra, un fuerte retraso técnico, económico, social y cultural. Durante décadas y décadas, dos Españas, desconfiadas una de otra, cuando no enfrentadas entre sí, impidieron a la España de todos alcanzar los niveles que le correspondían de libertad, progreso y bienestar.En los años de la transición, la voluntad integradora y de diálogo de muchos dirigentes, así como la existencia de un amplio centro sociológico que se sentía identificado con un proyecto político reformista, con una estrategia de moderación, han servido de elemento de equilibrio en el proceso de cambio.
El éxito de esta estrategia permitió no sólo moderar actitudes y evitar enfrentamientos estériles en un momento socio-económico. sumamente difícil, sino que, gracias al clima de entendimiento conseguido, se alcanzaron reformas importantes en ámbitos diversos de nuestra convivencia, reformas que hace unos pocos años habrían parecido absolutamente inviables. Más aún, esa estrategia de moderación que supuso en numerosas ocasiones la renuncia a planteamientos electoralistas por parte del proyecto político de centro que la conducía, obtuvo su mayor logro, desde una perspectiva de Estado, cuando en áreas políticas que históricamente habían estado dominadas por la radicalización se enarboló también la bandera de la moderación como eje central de sus nuevas posiciones. Sin embargo, la miopía y los intereses de algunos quieren reproducir hoy una España bipolarizada, es decir, dividida en dos grandes bloques de derecha e izquierda que, contra la voluntad de la inmensa mayoría de los ciudadanos, acabarían tarde o temprano por enfrentarse.
Proseguir las reformas
De ahí la preocupación que muchos compartimos. Queremos mantener a España entre los pocos países privilegiados del mundo que viven en un régimen de democracia y libertad. Para ello debemos fomentar la moderación en la vida española y su capacidad de tolerancia y convivencia, al tiempo que avanzamos en la modernización de nuestra sociedad introduciendo las nuevas reformas necesarias.
Hay que modernizar el aparato productivo y el sistema financiero, que se muestran insuficientes para crear riqueza y trabajo para todos. Hay que reformar las estructuras te consumo, que no ofrecen las debidas garantías a los ciudadanos a la hora de prevenir y perseguir los fraudes. Hay que modernizar la Administración, para que ea un instrumento eficaz de gestión de los intereses públicos y motor de la iniciativa privada.
Hay que proseguir la reforma militar, para disponer de unos Ejércitos modernos y bien pertrechados, que sean en sí mismos elementos de disuasión frente a la amenaza exterior y capaces de cumplir -bajo el mando supremo de Su Majestad el Rey y a las órdenes del Gobierno de la nación- las misiones que la Constitución encomienda a las Fuerzas Armadas.
Hay que actualizar nuestra política exterior, para jugar el papel que nos corresponde por nuestra pertenencia a Europa y en función de los vínculos que nos unen con las naciones americanas, que llevan nuestra sangre y a las que no podemos defraudar. Hay que modernizar y dotar suficientemente a las fuerzas de seguridad y a la justicia para que cumplan el papel de garantía de nuestra convivencia en paz y libertad, y para que puedan velar permanentemente por los derechos y libertades.
Hay que aumentar el nivel de formación de nuestro pueblo como elemento fundamental de la modernización y la moderación, porque nada como la cultura ayuda a comprender mejor nuestra historia y a entendernos mejor unos a otros, a hacernos más tolerantes y a facilitar la gobernabilidad del Estado y la convivencia en un marco de solidaridad y libertad.
Y hay que desterrar la pasividad de nuestra sociedad, fomentando la participación de todos los españoles en la vida pública para que éstos se sientan responsables de los problemas colectivos y la comunidad pueda jugar así el papel regulador que le corresponde en los comportamientos individuales.
Preservar y consolidar el sistema de convivencia democrática que hemos elegido los españoles, garantizar nuestro régimen de libertades frente a toda suerte de ataques terroristas o golpistas y desarrollar una política económica eficaz, que sea capaz de reducir los dos millones de parados son los objetivos prioritarios del nuevo período político que se avecina.
Para alcanzarlos van a ser precisas fuertes dosis de solidaridad e imaginación, en un marco de entendimiento y reformas. La moderación y modernización no son circunstancias coyunturales útiles sólo en un período de transición, sino una actitud permanente en un mundo dinámico como el que vivimos y una actitud fundamental en la nueva etapa de nuestra historia.
Para el ejercicio de esa moderación y el desarrollo de la modernización que se precisa es hoy más necesario que nunca un proyecto político de auténtico centro, con identidad en su espacio y en sus soluciones y diferente de otras opciones, no sólo por posiciones tácticas, sino por su propia naturaleza. Un proyecto capaz de colaborar con unos o con otros en función de las razones de Estado y de las garantías de realización de los compromisos de su programa electoral. Sólo desde esa perspectiva de una identidad propia, transmitida en un mensaje nítido y en un programa de propuestas y reformas concretas ajustadas a las demandas de su electorado, puede un proyecto centrista aspirar a recoger la confianza del amplio espacio político que potencialmente le corresponde.
Agustín Rodríguez Sahagún es ex presidente de UCD.
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