_
_
_
_

Stielike se salvó de la mediocridad

Stielike tiene un sentido stajanovista del fútbol. Mientras mantiene el fuelle fuerza la producción. Es un hombre prototipo del milagro alemán. Hace horas extraordinarias gratis para engrandecimiento de su equipo. Pero le sucede que está en una, que ha perdido el sentido de la colectividad. Por eso, parte de los esfuerzos de este panzer arrollador se pierden. La mitad de sus compañeros juega en otro tempo. La otra mitad se empobrece en el individualismo. Y Boskov da la medida de su teorética alineando a Isidro unos minutos a fin de que sobre la prima.El partido del domingo no merecería más. allá de cuatro líneas de no haber sido porque, afortunadamente, hubo cuatro goles y se desperdiciaron al menos cuatro más. El resultado animó un poco el encuentro y probablemente lo que fue una auténtica castaña podrá parecer a quienes no lo vieron un espectáculo divertido. Hubo cuatro goles, pero sin emoción alguna De las cuatro dianas dos fueron de penalti, una de libre directo y la restante fue producto de una falta al guardameta almeriense César, que posibilitó el que Rincón enviase el balón a la red.Afortunadamente para quienes tenemos la triste obligación de contar el encuentro, el comité que designa a los colegiados nos envió al señor Condón Uriz -aquel que le recordaba a Miguel Muñoz sus años mozos- para que tuvieramos algo en que entretenernos. El señor Condón es un árbitro de Segunda División -con perdón de los árbitros de Segunda- que no se sabe por qué razones actúa en Primera. Siempre me ha parecido una muestra de forofismo el leer u oír a un comentarista aquello de que «el árbitro se convirtió en protagonista del encuentro». Ciertamente, el domingo, por la escasez de juego y reducido número de jugadores brillantes, los espectadores vimos más de lo que es habitual al árbitro. fue porque se dejó ver. Porque mostró tinas deficiencias realmente notabes. Para mí tuvo tanto interés seguir con atención las decisiones de Condón como las de los jugadores. No para adivinarle alguna voluntad de favorecer a unos y perjudicar a otros, sino simplemente para comprobar sus desatinos. Afortunadamente, el encuentro no tuvo conflictos importantes. En un partido de alguna trascendencia las decisiones de este árbitro hubieran podido producir un auténtico escándalo.Del Madrid de los últimos tiempos comienzo a tener la imagen de que sólo Stlelike y García Remón merece la plena confianza. El centrocampista, por sus renovados afanes; el guardameta, porque lo detiene casi todo y dirige a su titubeante defensa con autoridad. Fue García Remón quien más contribuyó a quitarle al partido alguna pizca de emoción al detener, en el primer tiempo, los dos únicos balones intencionados que le mandaron los almerienses. Un fallo del meta quizá hubiera podido contribuir a que tuviéramos la sensación de que teníamos delante un partido de fútbol de Primera División.

A falta de otras emociones, la mayoría del público transistorizado opto por atender a lo que sucedía en otros lugares. Al transistor le va a tener que dedicar un monumento el fútbol actual. El público se olvida de lo mucho que le cuesta, lo poco que le dan, gracias a la emoción de la quiniela que le proporciona la radio.

El ALmería que vino al Manzanares dió la impresión de ser un equipo apañadito. El Almería que pasó el dominio por Chamartín fue un conjunto sin ambiciones. Los jugadores amerienses se han abandonado a su suerte, que no es otra que la desgracia de la Segunda División. Fue tanto su candor que Murúa, su hombre más incisivo, no fue capaz de marcar un gol cuando ya había driblado incluso a García Remón, y a continuación envió el balón de penalti a los graderíos. Con un equipo así toda lucha por la permanencia es inútil. Contra un equipo así, que en el segundo tiempo jugó con diez, el Madrid no fue demasiado superior.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_