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La alcaldada

no puede acabar, porque figura entre las tradiciones más rancias de este país. La última historia, en este inagotable terreno, la protagoniza el alcalde de Horcajo Medianero (Salamanca), Adrián González, que ya consiguió pavimentar su calle a costa del Ayuntamiento, pese a que el concejal de la Comisión de Obras, Oscar Díaz, le advirtió que la obra era ilegal, porque no había sido aprobada por la Corporación. El corregidor le respondió, en el castellano rotundo que se habla en aquel pueblo, que el trabajo se hacía «porque yo lo quiero», y ahora el concejal, junto con otros compañeros de consistorio, ha enviado al gobernador de Salamanca un escrito en el que cuentan el affaire. También se dice en esta comunicación que Adrián González, para rizar el rizo de su autosuficiencia, no anuncia los plenos a algunos concejales, y que se resiste a convocarlos después de las cinco de la tarde, que es la única hora a la que puede acudir el propio Oscar Díaz. En cualquier caso, el alcalde democrático de este pueblo salmantino ya ha conseguido lo que también lograron otros muchos alcaldes de los últimos cuarenta años: su calle, por lo menos, ya está asfaltada, aunque haya faltado la licencia municipal.

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