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No se preve una ruptura abierta entre el gaullismo y Giscard

El hostigamiento mutuo que en los dos últimos días ha enfrentado al presidente de la Republica, Valery Giscard d'Estaing, y a la formación gaullista de la mayoría gubernamental, la RPR (Agrupación por la República), dirigida por Jacques Chirac, no parece que vaya a terminar en ruptura abierta. Los socialistas, depositarán dentro de unas horas una moción de censura contra la política del Gobierno pero nadie imagina que en estos momentos de crisis múltiples y agudas, y sólo seis meses después de las elecciones legislativas de marzo, los gauilistas se atrevan a hundir con su voto negativo el gabinete Barre.Tal «gesto» provocaría, incuestionablemente, una situación gravísima para el país y, por añadidura, perjudicaría a los herederos del general Charles de Gaulle, quienes aparecerían como responsables de una situación que, hoy por lo menos, no desean ni los franceses de derechas ni los de izquierdas.

El problema actual que otra vez, ha puesto en evidencia las dificultades de cohabitación entre el giscardismo y el gaullismo es simple: tras considerar que las últimas elecciones legislativas fueron ganadas «gracias a nosotros príncipalmente», los gauilistas se sienten menospreciados a la hora de compartir el poder; un poder que el presidente amarra cada día más entre sus manos.

Aprovechando la reunión que en los dos últimos días celebraron en Biarritz, los parlamentarios de la RPR manifestaron su «desesperación» porque «el país va por mal camino» tanto en lo económico y en lo social como en materia de política europea. El dirigente nacional Michel Debre, aplaudido por una parte del «movimiento», llegó a invitar a sus colegas a «interrogarse sobre la oportunidad de pasara la oposición».

El presidente de la República, aprovechando la celebración del vigésimo aniversario de la promulgación de la Constitución de la V, República, acaba de hablar sin aparentes «prejuicios» sobre el lema, empleando incluso el tono y casi las mismas palabras que le servían al general De Gaulle para condenar los «juegos» políticos de los partidos. Giscard hasta llegó a recordarles a los gaullístas que la prerrogativa máxima que había heredado de la Constitución gaullista es la de poder disolver la Asamblea Nacional.

En resumen, los gaullistas están «angustiados» a causa de una «política -dicen- que nunca fue tan conservadora como ahora, durante los veinte añós de V República», como por otras razones está descontenta la oposición. Pero aún con dificultades crecientes, el «reinado» del giscardismib no parece amenazado en vísperas de la primera moción de censura de la legislatura nacida en marzo último.

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