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Madrid, ¿capital del tedio?

Las noches de Madrid agonizan.En los últimos días, locales de esparcimiento y recreo con una tradición honorable, han sido clausurados temporalmente por no cerrar a su hora. Timbas, hasta ahora toleradas, han sido interrumpidas por los agentes de la autoridad y un centenar de madrileños, aficionados al naipe, han pasado por las dependencias policiales casi al mismo tiempo que ochenta procuradores en Cortes pedían la legalización del juego. Las redadas se han hecho tan frecuentes que es fácil pasar de la última copa con los amigos a la Comisaría del distrito. Los drugstores, etapa final de noctámbulos de toda condición -únicos establecimientos abiertos día y noche en los que se podía comprar desde unos calcetines hasta las memorias de Neruda-, han sido obligados, por orden gubernativa,a cerrar a la una y media de la madrugada. Veintidós de sus empleados, despedidos.

Es como si, de pronto, Madrid hubiera perdido la chaveta para convertirse en una ciudad escandalosa y corrompida, merecedora de castigos bíblicos.

Ya han pasado la Cuaresma y el 1 de mayo. Los mil quinientos bancos públicos que se retiraron de las calles, para que no se utilizaran como barricadas, volverán a su sitio y es de esperar que la manga ancha para con los trasnochadores honrados y pacíficos, voluntarios o forzosos, vuelva también.

La Ley era la misma hace tres meses: dura y perfectible. Pero si los que velan por su cumplimiento se lo proponen, Madrid puede convertirse en un convento. Y los madrileños, en ascetas a la fuerza, en cuanto se metan en el mismo saco el vicio y el delito -que también existen de día- con las penúltimas copas y el tradicional rito de los churros en San Ginés.

Con las noches aburridas y moribundas, Madrid se dispone a recibir al verano y a varios millones de turistas. A este paso, éstos últimos se van a encontrar con que «la capital del mundo», según Hemingway, se ha convertido en la capital del tedio.

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