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EUROPEO SUB 21
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Asensio, el futbolista de hoy para el mañana

José Sámano
Marco Asensio, durante el partido contra Portugal.
Marco Asensio, durante el partido contra Portugal.ADAM WARZAWA (EFE)

Con permiso de Cristiano Ronaldo, el mundo sigue y a Marco Asensio le queda todo un mundo por delante. A sus 21 años, no hay mejor veta para el Real Madrid y el fútbol español. Con el tutelaje adecuado, si nada se tuerce, este mallorquín apunta tan alto como su cabeza de oro y su zurda de quilates. Con focos merecidos en el club madridista y a un dedo de asentarse en la selección absoluta, estos días luce en el Europeo Sub-21, donde deslumbró en el estreno y estuvo peor abrigado en la segunda cita, frente a Portugal. Eso sí, dejó una asistencia a lo Laudrup para enmarcar. Ya saben, el pie por un lado y la vista por otro. Hasta en los días grises, en este balear de aire reflexivo y con buenos modales se intuye a un futbolista cumbre.

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En Asensio confluyen dos Asensios capitales para cualquiera que vislumbre una gran cima. De un lado, la persona, el joven sin pajarillos, tan firme como prudente, sin tachas ni voceros, dispuesto a la titularidad y a la reserva. En un Real Madrid es tan difícil consolidarse en la primera línea como adaptarse a la sala de espera. Al Asensio sin pirotecnia, capaz de jugar cada rato como si fuera el último partido de su vida y luego estar a la sombra sin el morro retorcido, se suma el futbolista virtuoso, con una marcha asombrosa, freno, vista e instinto para el gol.

Fue puntero desde chiquillo, siempre en el radar de los grandes caladeros. Ya fuera el vasco, origen de su familia paterna, el holandés, cuna de su madre, fallecida cuando solo tenía 15 años, o el balear, donde se incubó. No son pocos los mocosos que se extravían con luces de neón prematuras. Para nada parece ser por ahora el caso de Asensio, al que su entorno ha llevado con ojo clínico desde la infancia. Su alistamiento en el Real Madrid por unos cuatro millones de euros no tuvo fuegos artificiales. Un becario más en la casa blanca, donde el ruido atronador se limita al camerino del primer equipo. Y no a todos, solo a los de la galaxia.

Asensio aprobó su bachiller en el Mallorca antes de sus prácticas en el Espanyol durante un curso, donde tuvo impacto como asistente, porque su primer gol se demoró 25 jornadas. Le faltaba graduarse en Chamartín, atalaya en la que el pretérito juvenil apenas cuenta como garantía. A lo largo de la historia, el tonelaje del escudo madridista ha fagocitado a una interminable lista de noveles. Los precedentes más cercanos, Odegaard, impaciente y de atajo en atajo sin éxito por ahora, e Illarramendi, un buen futbolista al que consumió el peso de la zamarra. Lo llaman mal de altura y tiene difícil tratamiento.

Salvo Messi, nadie conduce la pelota a toda mecha y aún puede filtrar un pase

Con los pies en la tierra, Asensio despegó como un cohete. Lastrado el equipo por la baja de Cristiano y alguna otra, el mallorquín arrancó con un primer gol al Sevilla en la Supercopa de Europa. Repitió en la primera jornada liguera en Anoeta, pero en el plan de libranzas de Zidane figuraba a cola del vestuario, cerca de la casilla de Mariano y Coentrão. Aquella explosiva irrupción hizo sospechar que quizá fuera un fulgurante cometa. Nada más lejos de la realidad. Zidane supo dosificarle en la misma medida que el futbolista aceptó el escalón a escalón. No solo lo asumió sin inmutarse, sino que dejó huellas en cada intervención, fuera el tiempo que fuera. No hay recuerdos de un choque en el que pasara inadvertido, con los jerarcas del A o los del pelotón del B. Y ya fuera en Liga, en Copa —enormes sus dos partidos contra el Sevilla— o Champions —en el revolcón al Bayern en Múnich, con su broche al Juventus en Cardiff—.

Una sola temporada ha bastado para señalar a Asensio como un futbolista con molde para el Madrid. Tiene personalidad, no se doblega antes las infinitas exigencias y, en las malas, tampoco se deja llevar por el victimismo. Por cada paso atrás que le hicieron dar luego dio tres adelante.

Sobre el césped tiene un repertorio fabuloso. Con horizontes conduce la pelota como solo Messi puede llevarla cosida en la puntera a mil por hora. Y son muy pocos los que con el turbo al rojo vivo aún tienen luces para el observatorio y adivinar un servicio filtrado y preciso. Percute de maravilla como extremo, pero no desdeña las posiciones del embudo, porque conoce el juego. Cuándo estar en modo pausa, cuándo subir el volumen. Nunca fue un carpanta del gol, pero tiene corazonadas en el área. En cuanto al remangue sin el balón, sabe que no será Casemiro, ni falta que hace, debe haber de todo, pero cumple con sus obligaciones.

Tan aplicado como descarado, con la cabeza en su sitio y el fútbol en las venas y en los pies, Asensio tiene de todo. Incluido un atractivo para Zidane y Lopetegui: el reto de pulir un diamante cada día menos en bruto. Asensio ya está aquí. Es el hoy que anticipa el mañana.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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