El Real Madrid empata con el Borussia Dortmund en un duelo sin tregua
El equipo alemán alcanza el primer puesto del grupo en un partido muy exigente. Aubameyang contrarresta los dos tantos del mejor Benzema del curso
Hubo fútbol del bueno en Chamartín, con dos rivales a golpe de pecho, sin concesiones, con mayúsculas. Madrid y Dortmund tanto se vieron encumbrados como en la lona, dale que dale uno y otro, con episodios notables en los dos bandos. Un partido con jugadas y jugadores, con Benzema y Aubameyang como broche de españoles y alemanes. Un empate que deja al Madrid segundo del grupo, nada crudo, salvo la Juve, quizás.
Qué bonito partido, qué interesante duelo entre dos equipos entregados a su propio relato para resolver la clasificación. No tanto por el valor del primer puesto, que nada garantiza en un torneo con la ruleta de sorteo, sino por las buenas intenciones de dos rivales que pretendieron lo mismo y en su empeño nada se dejaron.
De forma indisimulada, los dos quisieron el quite y el turbo, robar y correr. Ambos son un certamen de fútbol en velocidad. Son sus esencias y los dos se procuraron su guion en algunas fases. Un choque de estilos con muchos vaivenes, sin tregua, exigente para todos, los más expertos del Madrid y los más noveles del Borussia, conjunto fresco y bizarro que no repara en contrarios. Tampoco lo hizo el Madrid, obligado a jugar en dos direcciones, forzado en defensa y en ataque. Y en todas las rutas encontraron respuestas los de Zidane, con Varane de centinela supremo, Casemiro como ancla y Benzema como punto final y arquitecto. Enfrente, la réplica de Weigl, estupendo mediocentro, astuto y aplicado, y las amenazas constantes de Dembele y Aubameyang, dos flechas.
Nunca fue un choque intrascendente, sí con mucho poso, solo al alcance de futbolistas con hueso y dispuestos a no capitular. Un partido grande, porque jamás se arrugó el cuadro alemán y, menos aún, el Madrid, que nunca se lo tomó como un trámite, ni siquiera Benzema, tantas veces señalado como un consentido de una gloria no merecida.
Después de un arranque fulgurante del Borussia, que no especula ni a tiros sea cual sea el escenario y la intriga del encuentro, Benzema, que ya había trenzado con unos y otros, cazó un centro estupendo de Carvajal tras un pillaje de Casemiro. Puesto en la diana, el galo lo festejó con una rabia que no se le conoce, lo que delata que le ha calado el ruido a su alrededor. Con Cristiano fuera de su radar, no como en los últimos tiempos, Benzema se pareció a Benzema. No es un depredador del área, aunque suma sin tanto eco como otros. Cuando se activa es un todo-delantero: juega con todos y para todos, y dado el caso, como en esta jornada, hasta para sí mismo en última instancia.
No se arrugó el Borussia con el tanto local. Es un conjunto atractivo en toda circunstancia. Guiado por Weigl, que tiene escuadra, cartabón y compás, el equipo de Tuchel respondió de maravilla con un remate de Pulisic y una falta lanzada por Schürrle. Dos jugadas, sobre todo la segunda, que encumbraron a Keylor. Había estopa en las dos áreas, propio de un partido lleno de detalles, de los que no admiten soldados rasos. Ninguno lo fue, ni siquiera James, de nuevo titular, activo y entregado a la causa, como tampoco Lucas, que equilibró al Madrid como cuarto centrocampista.
Fue precisamente James quien enroscó la pelota en la cabeza de Benzema para el segundo gol blanco. James ha perdido frecuencia, pero su zurda tiene la precisión de un cirujano. Si una asignatura le queda a Zidane es James, que no es un paria. Tampoco con 2-0 dimitió el cuadro alemán. Quizá no gane la Copa de Europa, pero es un equipo que da gusto. Su desparpajo no tiene precio, renace cada curso y no cede un metro en su competitividad. Por momentos, en el inicio del segundo acto, encapotó al Madrid, sostenido por Varane y Ramos hasta que embocó Aubameyang. En un choque en la noria, de nuevo el Real recuperó su momento, bien ordenado, catalizado por el buen empeño de sus centrocampistas. Tuvo el tercer tanto en sus botas, pero con Reus de entrada el Borussia se ganó su último arreón y Aubameyang, que es un bólido, lo aprovechó. El ariete hiló para Reus el empate. Tan merecido como lo hubiera sido la victoria local. Dos grandes para un gran partido.
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