¡No es el velo, es la FIDE!
La polémica por la obligación del hiyab en el Mundial de Teherán esconde la ineficacia federativa
Ninguno de los delegados que representaban a 189 países protestó el pasado 12 de septiembre en Bakú (Azerbaiyán) cuando la Asamblea General de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) concedió el Mundial Femenino de 2017 a Teherán (Irán), la única sede candidata. Ninguna de las once participantes extranjeras en el torneo del Gran Premio de Teherán en febrero protestó porque las obligaran a jugar con velo. Ahora, la campeona de EEUU (y 98ª de la lista mundial), Nazi Paikidze, encabeza una protesta con gran eco en las redes sociales y ningún apoyo de las jugadoras de élite. ¿A qué se deben esos ruidosos silencios?
"No llevaré hiyab ni apoyaré la opresión de las mujeres, incluso si supone perderme una de las competiciones más importantes de mi carrera", explica Paikidze, cuyo objetivo es “hacer todo lo posible para que haya más niñas practicando ajedrez en todo el mundo”. Pero no está nada claro que con su actitud contribuya a ello, al menos en Irán, que tiene 80 millones de habitantes.
Las dos jugadoras españolas clasificadas para el Mundial, Sabrina Vega y Ana Matnadze, decidirán si participan cuando los organizadores aclaren todos los detalles por escrito, dado que el reglamento específico de ese torneo (programado, en principio, para febrero) aún no se ha publicado. “Comprendo la protesta de Paikidze y sus argumentos. No es lo mismo ir a Irán como turista y ponerte el velo para pasear por sus calles que verte obligada a jugar un Campeonato del Mundo con una prenda molesta a la que no estás acostumbrada, aparte de otras restricciones a tu libertad, sobre todo cuando sales a la calle; en este punto hay que tener en cuenta que clasificarse para el Campeonato del Mundo es muy difícil, y en él te juegas mucho, no es un torneo cualquiera. Sin embargo, las jugadoras iraníes nos han pedido que no boicoteemos el Mundial porque nuestra presencia será importante para el progreso del ajedrez en Irán y de ellas en particular, pero sobre todo para el avance de las libertades de la mujer en ese país”, me ha explicado Vega, actual subcampeona de Europa, esta mañana.
La sueca Pía Cramling, una de las grandes damas del ajedrez (tiene 51 años y lleva 35 en la élite), adopta una postura clarísima, la misma que mantuvo en febrero con motivo del Gran Premio en Teherán: “Yo lo que quiero es jugar, y no voy a entrar en esta polémica, cuyo arreglo corresponde a la FIDE, no a las jugadoras”. Su marido, el gran maestro y entrenador español Juan Manuel Bellón, apostilla: “Veo mucha hipocresía sobre este asunto en algunas jugadoras”.
Según me han confirmado varias fuentes, la ley iraní no se aplicó a rajatabla durante el Gran Premio, que además fue bien organizado: los entrenadores podían entrar en las habitaciones de sus jugadoras para preparar las partidas (algo estrictamente prohibido en ese país); y, como se aprecia en numerosas fotos, las participantes podían enseñar buen parte de su pelo por debajo de los velos, al igual que hacen cada día millones de mujeres iraníes que se rebelan así (y también con el carmín de sus labios o con operaciones de nariz) contra la ley que las obliga a tapar en público todo su cuerpo excepto el rostro.
En la FIDE, cuyas Asambleas Generales he cubierto presencialmente desde 1984, abunda la corrupción, como en el Comité Olímpico Internacional (COI) y la Federación Internacional de Fútbol (FIFA), con dos diferencias: el precio de los votos corruptos es mucho más bajo, como pude comprobar cuando cubrí como enviado especial de EL PAÍS los JJOO de Sídney 2000; y la mayoría de sus directivos es muy ineficaz o incompetente o ambas cosas a la vez, contrariamente a lo que ocurre en el COI y la FIFA. El Mundial Femenino es una buena muestra de esa ineficacia e incompetencia.
Hace unos doce años, la FIDE comprendió el error de elegir el formato de eliminatorias cortas (a sólo dos partidas, y la final a cuatro) para elegir al campeón del mundo absoluto, porque basta un mal día para que cualquier favorito quede noqueado, lo que aumenta mucho la probabilidad de que el campeón sea un jugador de segunda fila. Por tanto, la final del Mundial Absoluto (bienal) es un duelo entre el campeón anterior y el vencedor del Torneo de Candidatos, al que sólo llegan ocho, y el sistema de clasificación previa garantiza que casi todos ellos sean de primera fila. Y aparte del Campeonato del Mundo hay otro torneo llamado Copa del Mundo, por eliminatorias cortas; la única manera de que un jugador que no pertenezca a la élite se cuele en el Torneo de Candidatos es que gane la Copa del Mundo, pero en ese caso sería engullido por los otros siete candidatos.
Por asombroso que parezca, esos criterios no se aplican para el Mundial Femenino, que es anual, con dos formatos alternos; el título se dirime cada dos años en un duelo similar al del absoluto, pero al año siguiente hay un torneo llamado Campeonato del Mundo que en realidad debería llamarse Copa del Mundo, porque se juega por eliminatorias cortas. La campeona del mundo indiscutible, con gran diferencia sobre las demás, es la china Yifán Hou, quien sin embargo se vio privada del título dos veces en esos torneos de eliminatorias cortas por sendas campeonas postizas, ambas de Ucrania: Anna Ushenina (hoy es la 33ª del mundo) en 2012 (Hou fue eliminada); y Mariya Muzychuk (hoy, 9ª del mundo) en 2015 (Hou no quiso jugar). La campeona recuperó el título en marzo de 2016 y, harta de que la FIDE ningunee su reinado, anunció que no volverá a jugar el Mundial cuando se dispute por el formato del noqueo corto.
Esa anunciada ausencia de la campeona del mundo es uno de los motivos para entender por qué nadie, excepto Irán, quiere organizar el Mundial postizo de 2017, que en realidad tendría que haberse jugado en 2016. Pero la razón principal es la incompetencia e ineficacia de la FIDE en todo lo referente a mercadotecnia, comunicación e imagen. Los incumplimientos o aplazamientos de fechas son muy frecuentes, sobre todo en pruebas femeninas y en las del Gran Premio (tanto absoluto como femenino), una serie de torneos que la FIDE, ávida de recaudar dinero como sea, se inventó para competir con los organizadores profesionales de grandes torneos, a los que con frecuencia perjudica bombardeando el calendario con fechas que luego a duras penas puede cumplir por falta de patrocinadores y sedes.
La escasez de financiación externa se ha agravado con la inclusión del presidente de la FIDE, el ruso Kirsán Iliumyínov, en la lista negra de EEUU por su colaboración con el Gobierno de Siria. Ello ha motivado que la final del próximo Campeonato del Mundo Absoluto, entre el noruego Magnus Carlsen y el ruso Serguéi Kariakin, se vaya a jugar en Nueva York con patrocinadores rusos, en una operación de imagen apoyada por el presidente Putin con el objetivo de que Rusia vuelva a dominar el ajedrez. En buena lógica, esa sanción repercute en muchos otros países, dificultando aún más el logro de patrocinadores para la FIDE, que arrastra un déficit de un millón de euros y cuyo presupuesto es de sólo dos millones, una cantidad bajísima en proporción a los 189 países que aglutina y a los millones de practicantes del ajedrez en todo el mundo.
Una gestión normal, y profesional, del Campeonato del Mundo Femenino sería suficiente para garantizar que hubiera más de una sede candidata. Y entonces la FIDE podría presionar a Irán, de tal modo que jugar con velo fuera voluntario, no obligatorio. Incluso sería razonable sugerir a las jugadoras que acepten jugar con velo en Irán con el fin de impulsar el ajedrez en ese país (donde el ajedrez fue prohibido por el imán Jomeini, quien se retractó de ello poco antes de morir), que se ha convertido en una de las grandes potencias de Asia. Otro argumento que puede tenerse en cuenta es que en Irán hay una diferencia cada vez mayor entre lo que dice la ley religiosa y lo que ocurre en realidad. Aunque todavía sufran severas restricciones -por ejemplo, como ocurría en la España de la dictadura de Franco, una mujer no puede viajar sin permiso de su marido o padre-, las iraníes están mucho más avanzadas que en otros países musulmanes en el ámbito laboral, universitario o legal. Y dado que la mayoría de la población iraní es muy joven, todo indica que la dictadura de los clérigos tiene los años contados.
En ese contexto, cabe preguntarse si Paikidze hubiera protestado de igual modo en el caso de que el Mundial se hubiera concedido, por ejemplo, a Uzbekistán o Tayikistán, donde las mujeres no están obligadas a llevar velo, pero probablemente sufren más que las iraníes: miles de uzbekas han sido esterilizadas contra su voluntad; los maltratos contra las tayikas son un grave problema nacional (o al menos lo eran hasta 2013). También me pregunto si el enorme eco en la prensa internacional ante lo que dice la 98ª del mundo sin apoyo declarado de ninguna jugadora de élite (aunque sí del excampeón del mundo Gari Kaspárov) hubiera sido igual en el caso de que Paikidze no fuera la actual campeona de EEUU, cuyo delegado no protestó cuando se tomó la decisión. Y una duda más: es mejor jugar con velo en Teherán o que no haya Campeonato del Mundo.
De todas las personas con quienes he hablado para elaborar este artículo, quien mejor ha expresado la situación a mi modo de ver es Javier Ochoa de Echagüen, presidente de la Federación Española (que, hace dos años, votó por la reelección de Iliumyínov) y de la Iberoamericana, y vicepresidente honorario de la FIDE: “Aunque el reglamento establezca la imposición del velo cuando se publique, creo que las ventajas de jugar el Mundial en Teherán son mayores que los inconvenientes”.
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