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El Athletic saca premio de su tedio ante el Rayo

El equipo de Jémez cae derrotado injustamente por un magnífico gol de Williams

Williams dispara entre dos defensas del Rayo,.
Williams dispara entre dos defensas del Rayo,.Miguel Toña (EFE)

El único fútbol que se vio en San Mamés fue el del marcador exterior del estadio donde se repiten uno tras otro los goles del Athletic mientras los seguidores se sacan fotos, selfies, vídeos, ríen, sonríen, hacen gestos con los dedos, con la lengua, exhiben bufandas y los niños gritan cánticos y proclamas que, sin saber muy bien que son, empiezan a adivinarlos. Por allí corre la alegría, animada también por los bucaneros y compañía del Rayo Vallecano que ayudaban lo suyo para que la tarde no tuviera la tristeza de las primaveras aburridas. El único fútbol era ese. Cuando Gil Manzano ordenó que comenzara el partido, la magia, la alegría y la pasión desaparecieron del escenario como si afuera se viviese mejor que dentro. Allí, entre los bares donde irónicamente sonaba Joe Cocker y su famoso Unchaid my heart. Allí sí palpitaba el corazón, dentro se escuchaba el sonido monótono del tedio.

Concentrado en el examen del jueves en Sevilla, el Athletic desencadenó sus carencias, es decir, se condenó a un fútbol industrial, pero de industria en crisis, de esas que malviven con maquinaria titubeante. Sin creatividad solo se pintan las paredes blancas, y hasta en los blancos hay matices. Y con Iturraspe y Rico en el almacén de la pintura era una brocha gorda. El primero flotaba y el segundo corría, pero ninguno creaba, Sin pintura y sin pinceles (o sea sin extremos de trazo fino), el Athletic parecía un graffiti desordenado.

El rayo vivía bien, al calor de aquel tedio como en las tardes de verano en los pueblos pequeños. Se ordenaba a través de Trashorras, manejaba la pelota como le gusta, pero sin mucha profundidad. Un fútbol de orden y sosiego que lo quebró Javi Guerra con una jugada precisa y preciosa que no fue gol por un instante fatal y a poco lo quiebra Crespo cuando su mano y el balón se encontraron en un centro de Susaeta sin poder adivinarse si fue antes el huevo o la gallina.

Todo eso pasó en la primera mitad. Todo ese pequeño mundo mientras el balón correteaba como una canica en el pavés. Pero ya se sabe que el sol sale por donde quiere y las nubes se detienen donde les da la gana. Valverde dio entrada a Beñat y Aduriz, es decir, a los tíos del pincel. Y en un centro de Beñat, Willimas hizo que saliera el sol con un disparo seco y curvado que superó a Juan Carlos. Un rayo de sol que llega, una nube que se detiene para el Rayo. Un momento de inspiración en un registro de la propiedad.

El Athletic, emocionado por las circunstancias, perdió el control que nunca tuvo y que podía tener. Vamos, que fue un flan caducado. Y el Rayo le fue comiendo las tostadas, sorbiéndole el café y quitándole el aliento. Lo encerró, lo acobardó. Embarba, que salió, sacó todas las carencias defensivas del joven Lekue. Javi Guerra, Pablo Hernández, Embarba parecían dagas afiladas ante defensas rendidos y huidizos. Un córner de Embarba lo malgastaron entre Baena y Miku, solos ante Iraizoz, estorbándose por efectos de su ansia. Y el partido murió con el Rayo en la orilla de Iraizoz, derrotado sin merecerlo, que es la peor de las derrotas. Pero aplaudido por San Mamés, reconocido porque el Rayo es siempre reconocible.

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