Un par de pasos mal dados
El equipo masculino se queda a 172 milésimas de la final, pero acaba noveno, su mejor clasificación de la historia
La gimnasia masculina ha dado medallas a España en los últimos tres Juegos Olímpicos. Pero son las únicas de su historia y todas ellas, los oros de Sidney 2000 y Atenas 2004, la plata de Pekín 2008, fueron obra del mismo tipo inconstante y genial, Gervasio Deferr. Pero Gervi ya no está, hace cuatro años que se fue, y, tal vez por eso, consciente de que un talento es imposible de replicar, de que las medallas vuelven a estar muy lejos en teoría, el seleccionador, Álvaro Montesinos, se ha empeñado en construir un equipo, incluso prescindiendo de Rafa Martínez, otro de los pilares de los últimos años, que se ha quedado en Madrid por decisión técnica. Un grupo sin estrellas. Con un par de veteranos y mucha sangre joven, descarada, y un objetivo meridiano: clasificarse por primera vez en la historia para la final olímpica. 172 milésimas lo hicieron imposible, las que separaron a los españoles, novenos, de Francia.
El noveno puesto es la mejor clasificación española de la historia olímpica
Todas las miradas se volvieron hacia Sergio Muñoz porque fue el último en fallar, con una caída estrepitosa de la barra en el penúltimo ejercicio del último aparato, la barra. Pero aunque las lágrimas pudieran hacer pensar que él también se echó algo de esa culpa, eran más de rabia, de decepción por haberlo tenido tan cerca, explicaron sus compañeros. Porque, ¿qué son menos de dos centésimas? Pues un detalle mínimo si se tiene en cuenta que una caída se penaliza con un punto de deducción. Tal vez un par de pasos mal dados porque cada uno resta 0,1 puntos.
Lo explicó Isaac Botella, el otro veterano del equipo, el único que le acompañó hace cuatro años en Pekín y que aquí volverá a ser finalista en salto: “Ha sido un poquito de aquí y un poquito de allí”.
Fueron sus propias dudas en el suelo, que acabaron con un amago de culada en el último mortal de la que solo le salvaron sus poderosas piernas; un par de ejercicios flojitos en arcos porque no dan para más; y un fallo tonto de Fabián González, el más joven de todos ellos y ayer el mejor. Con 20 años recién cumplidos, el mallorquín es un gimnasta diferente al estereotipo. Mide 1,75 metros y eso le permite dar más amplitud a sus ejercicios, sobre todo en arcos. Pero, sorprendentemente, siguiendo claro con el estereotipo, también es un gimnasta potente, así que el suelo y el salto tampoco se le dan mal.
Muñoz falló con una caída estrepitosa en el penúltimo ejercicio del último aparato, la barra
En el lado malo están esos dolores de crecimiento que lastraron su desarrollo y esas lesiones, de espalda antes, de hombro hace nada, que han marcado su preparación de este año y le dejaron sin Europeo. Y luego está su carácter, su descaro. “Voy a por el diploma en la final individual. Ya me he quedado a dos décimas hoy y no quiero volver a perder”, aseguró ayer sobre la cita que mide a los 24 mejores, en la que también se ha metido Muñoz. “Lo de las paralelas tampoco me volverá a pasar. Puedo fallar en otras cosas, pero no en un elemento que no he fallado en la vida”.
A pesar de la decepción el equipo salió contento, igual que compitió, animándose unos a otros, consolándose cuando las cosas no iban tan bien, peleón. “Esa es la clave. Pase lo que pase siempre salimos a divertirnos”, dijo Rubén López, pletórico en su estreno olímpico; “si después de toda la vida preparándolo no lo hiciéramos…”.
El noveno puesto es la mejor clasificación española de la historia olímpica. Ni con Gervi, ni con Rafa, el equipo llegó tan lejos.
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