Quince observadores asisten a la jornada electoral en Cataluña
Parlamentarios de Europa y América son invitados por la Generalitat
Un alemán, un austríaco y un irlandés recorren Barcelona y el Vallès en dos SEAT oficiales de la Generalitat. Son diputados en sus respectivos países, no se conocían y tienen poco en común, salvo que han sido invitados para dar a las elecciones-plebiscito una pátina de legitimidad internacional. Albert Royo, director del servicio diplomático de la Generalitat (Diplocat), los agasaja, incluso asistieron el sábado al partido del Barça contra Las Palmas en el Camp Nou. Son quince políticos de once países de Europa y América. Royo insiste en que su visita no es una misión de observación electoral: “No lo es porque estas elecciones son legales y transparentes, aunque ha habido irregularidades en el voto exterior y han tomado buena nota de ello”.
Los quince diputados –trece europeos, dos de Sudamérica– se distribuyen en grupos que cumplen el programa con organización y puntualidad perfecta, casi neurótica. A las nueve de la mañana da inicio el recorrido electoral del grupo formado por Bernhard von Grünberg, diputado regional del SPD en el estado alemán de Renania del Norte-Westfalia, Colm Keaveney, diputado en el parlamento irlandés por el partido Fianna Fáil, y Gerald Zelina, diputado en el parlamento austríaco por el partido euroescéptico Team Stronach. La escuela Rius i Taulet de la plaza Lesseps de Barcelona es su punto de salida. Pasean entre las mesas, fotografían y escuchan las explicaciones de los apoderados. Royo comenta que los políticos internacionales que cubrieron la consulta del 9-N en 2014 fueron invitados para que actuaran como “testimonios de su transparencia”. En este caso, se trataría de un viaje de cortesía parlamentaria en unos comicios que, según definía la carta que recibieron del Diplocat, “son un referéndum de facto sobre la independencia”.
Von Grünberg viaja acompañado por una asistenta que habla un excelente catalán. Es Heike Keilhofer y trabaja con él en una asociación para los derechos de la vivienda de alquiler. Son viejos conocidos y Keilhofer admite que mantienen puntos de vista diferentes acerca del caso catalán: “Llevo muchos años viniendo a Barcelona y creo que Cataluña no tiene más recorrido en España; en cambio, mi jefe –von Grünberg– considera que hay que encontrar una solución federal”.
Von Grünberg es curioso y hace preguntas. Tiene ganas de charlar y nos sentamos en un banco frente al colegio. Él formó parte de la misión internacional de la consulta del 9-N y admite que se quedó pasmado por la falta de respuesta del gobierno español: “Tantísimos ciudadanos expresándose sobre un tema y el señor Rajoy no ofreció nada. No quiso dialogar. Es un gran error porque salta a la vista que el conflicto existe”. Keaveney se sienta con nosotros. Es el más dicharachero y el que está claramente más satisfecho con la ola independentista en Cataluña. Cuando von Grünberg añade que tarde o temprano la Comisión Europea “deberá mediar en este conflicto interno de la UE”, Keaveney responde que no existe conflicto alguno: “No se puede hablar de conflicto cuando vemos un movimiento ciudadano de este tipo, que es una energía tan positiva para Europa después de tantos siglos de violencia”. La palabra “violencia” hace reaccionar a von Grünberg: “A mí, como alemán, esto que sucede en España me interesa porque mi país apoyó a los ganadores de la guerra civil, y muchas cosas de aquel conflicto y de la dictadura no se han podido afrontar como es debido”.
El PP no ha querido reunirse con la delegación internacional de la Generalitat. ¿Tienen miedo que su presencia hoy moleste al gobierno español? Von Grünberg ríe: “Son unas elecciones en la Unión Europea y no hay nada malo en estar aquí”. Keaveney responde que no le importaría lo más mínimo si Mariano Rajoy visitara Irlanda del Norte, o mostrara su opinión sobre Irlanda del Norte.
La jornada de los diputados será agotadora: visitarán un colegio electoral cada media hora. Tras el inicio en Rius i Taulet, la siguiente parada es en la biblioteca Vicente Aleixandre de Badía del Vallés. El contraste entre este exponente del desarrollismo franquista y el paseo por Matadepera es, según Keaveney, “fascinante”. El equipo del Diplocat no les ofrece una información detallada de dónde están, explica von Grünberg, “pero por el tipo de barrio y la gente que vemos, nos lo podemos imaginar”. Keaveney apunta que en todas partes la gente ha sido exquisita con ellos, “los de un bando y los del otro; ricos y pobres”. Lo que más le sorprende es que nadie utiliza los compartimentos para ejercer el voto en secreto.
El austríaco Zelina es el más elegante, parece un ejecutivo de Wall Street. En Sant Quirze del Vallès, a las puertas de la sede de La Patronal, el antiguo club/bar de la burguesía local, hoy colegio electoral, Zelina considera que lo que está sucediendo en Cataluña es “la prueba de los problemas que provoca el centralismo”. Para Zelina, el independentismo también se puede leer en clave europea, como reacción al centralismo del “club de estados que es la Unión Europea. Europa ha de ser de los pueblos, de sus regiones”.
Para almorzar han quedado con Mercè Conesa, dirigente de CDC, presidenta de la Diputación de Barcelona y alcaldesa de Sant Cugat. Conesa les repite las palabras “civismo, democracia, pacíficas” para referirse a la jornada electoral, como si fuera algo destacable. Keaveney departe un rato con un apoderado de Ciudadanos, un chico de padre africano que le da cuenta de la solución que tiene él para el envite independentista. Keaveney prefiere hablar de inmigración y al poco rato se acaba el diálogo. Comerán en El Mesón de Sant Cugat, “el restaurante favorito del poeta Gabriel Ferrater”, explica Martí Estruch, jefe de prensa del Diplocat. Su inglés y su alemán, su sonrisa y amabilidad son parte de una estrategia evidente para llamar la atención de la UE.
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