La falta de ayudas y de rentabilidad excluye a los jóvenes del campo
El empleo agrario cae un 2,2% anual y el relevo generacional no está garantizado
A sus 29 años, Román Walde ha decidido dar el paso y convertirse en agricultor. Está a la espera de los permisos para poner en marcha en Carmona (Sevilla) un innovador proyecto de cría y comercialización de caracoles y subproductos como el caviar o el paté que va a financiar vía préstamos. Ilusión no le falta, pero es un misterio si tendrá la paciencia necesaria. “Los trámites burocráticos son demasiado lentos, y eso a veces desanima a los jóvenes para trabajar en el campo”, señala su madre, Rosa Nieto, que es su principal aliada en esta experiencia de agricultura sostenible.
El caso de Román es un soplo de aire fresco para un sector cada vez más envejecido, ya que apenas el 6,4% de las más de 246.000 explotaciones andaluzas está en manos de menores de 35 años, mientras que más del 55% de los titulares está por encima de los 55 años y más del 31% supera los 65. “En la década de los años noventa no había problema de relevo generacional, lo que ocurre ahora es que hay una falta de rentabilidad y de precios que hace que el campo no sea atractivo para los jóvenes”, indica Agustín Rodríguez, secretario regional de UPA.
El número medio de activos en el campo andaluz se sitúa en 351.000 personas, pero solo en 2013 se registró un descenso de 6.400 ocupados. Y los datos del Servicio Andaluz de Empleo ponen de manifiesto que los jóvenes están subrepresentados en la contratación agraria en detrimento de los mayores de 45 años. Y en plena crisis, entre 2008 y 2013, la reducción de empleo en el sector agrario fue del 2,2%. Eso sí, un porcentaje más bajo que en el resto de actividades.
“No hay facilidades para los jóvenes emprendedores en el campo, los inconvenientes son grandes y las ayudas pocas”, señala Francisco Casero, presidente de la Fundación Savia, que trabaja para animar a los jóvenes a enrolarse en el sector agrario. Una de las experiencias que se quieren tomar como modelo es la que explicaron recientemente en Sevilla los miembros de la fundación francesa Tierra de lazos. La fundación, que ya ha captado más de 30 millones, actúa como nexo entre inversores que apuestan por la agricultura y jóvenes que quieren trabajar la tierra pero carecen de recursos, y se priman cultivos sostenibles y ecológicos con canales de comercialización cortos y mercados locales.
Otra fundación holandesa, Tierra común, trabaja con jóvenes del Altiplano de Granada y Almería que están dispuestos a implicarse en la agricultura. “El problema es que los jóvenes no pueden acceder a los préstamos en las condiciones necesarias”, explica el economista Antonio Aguilera, secretario de la Fundación Savia. Pone como ejemplo el caso de un grupo de jóvenes que quieren iniciarse en el cultivo del almendro y que han de esperar cuatro o cinco años para obtener la primera cosecha, con lo que el plazo de retorno de su inversión pesa más que los préstamos bancarios.
La falta de ayudas de las instituciones también contribuye al desapego de los jóvenes del campo. En Andalucía, en los últimos siete años se abrió ventanilla en apenas cuatro de ellos: sólo 900 personas se han beneficiado de esta línea de apoyo a las inversiones, quedando sin apoyo público más de 3.700 iniciativas. Y en la convocatoria de 2014, aunque se amplió de 8 a 23 millones la partida prevista por la Consejería de Agricultura, tan solo se pudo atender 94 de las 859 solicitudes de subvención a jóvenes agricultores. “Ayudas hay, pero es cierto que hay mucha complejidad burocrática y falta de agilidad en las mismas”, indica Rafael Muñoz, de 30 años, que recibió una subvención para su explotación de vacuno ecológico en Pozoblanco (Córdoba).
Las organizaciones agrarias critican la política de incorporación de jóvenes en Andalucía. “Siendo un tema estratégico, su gestión ha sido inadecuada en los últimos tiempos, con años en los que no se abrió la ventanilla, retrasos en la tramitación, falta de coordinación entre departamentos implicados y reducciones del presupuesto”, subraya Miguel López, responsable de COAG. Esta organización agraria recuerda que en el marco comunitario anterior, de los 5.900 jóvenes que accedieron a la Reserva Nacional en España, sólo 137 fueron andaluces, que disfrutaron de menos de 1,6 millones en ayudas, una cifra muy por debajo de la de comunidades como Aragón, Castilla la Mancha o Castilla y León. La Junta, por su parte, ultima la publicación de la nueva Orden de ayudas para 2015.
La PAC tampoco ayuda
La nueva Política Agraria Común (PAC) aprobada por Bruselas tampoco incorpora incentivos para que los jóvenes se sientan atraídos por el campo. En primer lugar por la falta de precisión a la hora de definir la figura de agricultor en activo con derecho a ayudas. Mientras el sector agrario demandaba que el perceptor de ayudas europeas acreditase que al menos un 20% de su renta viene de la agricultura, como recomendaba también Bruselas, el Gobierno central ha obviado esa petición y ha abierto la puerta a todo el mundo. “Es una PAC hecha de espaldas a los agricultores y ganaderos profesionales, trasvasando recursos desde lo productivo hacia lo especulativo, a través de una sorprendente definición de agricultor en activo, que consolidará definitivamente a los especuladores y a los agricultores de sofá”, resume Agustín Rodríguez, de UPA en Andalucía.
De otro lado, a la Consejería de Agricultura le preocupa el acceso a los derechos de pago de la reserva nacional por parte de jóvenes agricultores. Los requisitos establecidos excluyen a quienes decidan iniciarse en la agricultura en una pequeña explotación y no dispongan de expediente de concesión a través de un programa de desarrollo rural, o no posean la acreditación como profesional en una explotación prioritaria. “Consideramos más conveniente no poner ninguna limitación y, en todo caso, establecer criterios de priorización”, indica la consejera, Elena Víboras.
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