"En los ojos está la verdad de todos los intérpretes"
Por más que a Cundo, el personaje al que da vida en La torre de Suso, le eche en cara todo el pueblo lo que ha engordado en su ausencia por las Américas, a Javier Cámara no se le ha quitado el hambre. Llega al restaurante con ganas de cháchara y con gazuza. "Vamos a pedir unas navajas, por favor", sugiere...
El actor de 'La torre de Suso' elogia las emociones creadas por el gusto y el olor
Y unos chopitos, y un potín de fabes, y unos salmonetes, y ¿para beber? Pues una botellina de sidra. Justo la gasolina que se echan al gaznate, en esos largos recreos de su lucha por la vida, una gran mayoría de los personajes de la comedia -ambientada en Asturias, de ahí los diminutivos- que acaba de estrenar el actor, dirigida por el debutante Tomás Fernández, un tipo que tiene algo de Fernando León y de Frank Capra. Algo de denuncia y de ternura piadosa también lleva La torre de Suso.
Es una película que cuenta a la vez regresos y huidas hacia delante. Cámara sabe de eso. Siempre vuelve a Albelda de Iregua, su pueblo riojano, donde debe poner la misma cara de gusto que muestra cuando saborea las fresquísimas navajas a la plancha que le han plantado delante al volver a celebrar las delicias de su infancia. "Es algo emocional, muy profundo, que sólo puedo palpar a través del olor y el gusto", dice.
Le asalta cuando los vecinos encienden la chimenea en invierno, por ejemplo. "O cuando asan pimientos en la calle y preparan las chuletas al sarmiento, cuando embotan el melocotón... Son cosas que no me pasan en otro sitio, no las hay". Recuerdos del campo donde trabajaba su padre. "Cuando nos levantábamos para ir al colegio a las ocho, mi padre ya había trabajado unas cuantas horas y volvía a casa para hacerse unos huevos con panceta". Es nostalgia lo que le entra, no chovinismo.
Mientras, llega el guiso. Unas fabes bien condimentadas a las que Cámara piensa meter cuchara. No va a pasar como hace Mariana Cordero, la madre de Cundo en la peli, que cuando se mosquea arroja todo el pote al jardín y les deja a él y a Emilio Gutiérrez Caba -su padre de ficción- con tres palmos de narices. Menudo recital de miradas les echa. "En los ojos está la verdad de todos los intérpretes. Vivimos a través de la mirada, el resto del cuerpo disimula lo que no hacen nuestros ojos. Mariana domina eso".
La comida es todo un símbolo, todo un lenguaje, en La torre de Suso. Menos mal, porque comer siempre es un gran recurso interpretativo. "Cuando un actor no sabe qué hacer con las manos... ¡Coño, que coma! Mira en Los Soprano, están todo el santo día comiendo y lo bueno que es todo".
No digamos la bebida, más cuando los de la cuadrilla, a la hora de homenajear al amigo muerto, proponen tomarse parte de sus cenizas en un vaso de vodka con naranja. "Eso sí que es humor negro", comenta Cámara. Surrealismo también. Un huevo de todo eso se le pegó a él, a Gonzalo de Castro, que también está en la película, y al director, que era guionista, en la serie Siete vidas. Esa ubre de talento de la que todos ellos siguen mamando. De hecho, Cámara acaba de terminar de rodar Fuera de carta. "¿Que de qué hago? Pues de cocinero".
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