"No me es difícil decirle la verdad a un político"
"No busca respuesta a las grandes preguntas de la vida. Si estuviera en esta mesa y tuviéramos un debate filosófico pediría permiso para ausentarse. Es buena persona, pero no curioso intelectualmente". Así define al expresidente estadounidense George W. Bush Matthew Dowd (Detroit, 1961), su asesor político desde 1999 hasta la reelección en 2004, que estos días visita España con motivo del XVI Congreso de la Asociación Europea de Asesores Políticos (EAPC, en inglés).
Su historia de amor con la política comenzó a los 12 años. El caso Watergate fue el flechazo. Es un mundo "divertido", dice este tejano descendiente de irlandeses, el tercer hijo de diez hermanos, sentado en una mesa de uno de los restaurantes preferidos por los políticos españoles, detrás del Congreso de los Diputados. "Mi padre todavía no sabe muy bien a qué me dedico", bromea. Dowd se deja aconsejar en los entrantes, pero es determinante con el lenguado como plato principal.
El asesor trabajó para George W. Bush y Arnold Schwarzenegger
Definido por The New York Times como "el estratega de los demócratas de Texas que se desilusionó con Bill Clinton" en un artículo publicado en 2007, cuestiona al exgobernador de California, Arnold Schwarzenegger, a quien asesoró para su campaña de reelección en 2006 y al que llama "narcisista". "Cuando Bush dice 'nosotros' significa 'nosotros', cuando lo hace Schwarzenegger quiere decir 'yo".
Dowd, que colaboró como fuente del periodista Bob Woodward para el libro State of Denial: Bush at War, Part III, confiesa que nunca le ha sido "difícil" decirle la verdad a un político, incluido al actual presidente, Barack Obama, con el que se reunió en diciembre, tras perder de manera parcial el control del Congreso: "Le dije que se centrase en las situaciones que encuentra por el camino y no solo en los objetivos finales", explica Dowd, padre de cuatro hijos y de fuertes convicciones espirituales.
Con la misma amabilidad con la que pide que le fileteen el lenguado, el analista de Good Morning America, de la cadena de televisión estadounidense ABC, avisa de que no conoce la realidad política española y tras cuatro días aquí -con visita relámpago a las reliquias de Santa Teresa en Ávila- se ha paseado por la acampada de la Puerta del Sol: "Es como si unieras Egipto con Woodstock. Ahora parece más Woodstock y menos un movimiento político. El cambio real viene de gente directamente involucrada. Si quieren influir en el sistema tienen que trabajar desde dentro, apoyar a un líder".
Dowd pide un té y descarta el postre con la misma rapidez con la que pasa de un tema a otro. Recuerda cómo el 11-S cambió para siempre su trabajo -"las encuestas de aquella mañana no tenían ni una pregunta sobre terrorismo ni política exterior, solo educación e impuestos"-. En una larga sobremesa se le nota más distendido y recuerda lo divertidas que eran las campañas electorales - "una especie de trinchera de donde salían cinco matrimonios del mismo equipo, incluidos mis dos"- y cómo su casa junto al río a las afueras de Austin (Texas) es su centro de operaciones. Hasta hay tiempo para hablar de la serie El ala oeste de la Casa Blanca: "Está muy bien escrita y dirigida, pero créeme, no se parece a la realidad. Si hasta el decorado es mejor", y Dowd, de nuevo, no oculta su sonrisa.
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