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Columna
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La derecha

Manuel Rivas

El mundo es un pañuelo. Las elecciones de Galicia, en cierta medida, ya se han dilucidado en las islas Caimán, donde domiciliaron un simpático pago a un candidato principal. Parece que el dinero tenía que ir de Portugal a Galicia, pero dada la complicada orografía fronteriza, afloró por ultramar, en George Town. La derecha había presentado al personaje como el esperado taumaturgo de un milagro económico, y ahora vemos que con toda la razón. No entiendo ese estribillo perezoso de que las campañas son un muermo. Estaba yo entusiasmado con el archipiélago formado por Gran Caimán, Caimán Brac y Pequeño Caimán, con la exuberante proporción de un banco por cada 60 personas, cuando he tenido que navegar raudo para estudiar las Antillas Neerlandesas. Al parecer, se trata de uno de los paraísos de puesta de la trama acárida que investiga la justicia española y que durante años parasitó al PP e instituciones que gobierna. El seguimiento de este capitalismo golfo es una extraordinaria vía de ilustración. Que el dinero de una comisión ilegal por suministro de gambas a la gabardina en una recepción madrileña, es un decir, reviva en una tienda fashion de gabardinas color gamba en Miami demuestra que la delincuencia ha sido históricamente una de las vanguardias del I+D. "¿Habrían las cerraduras alcanzado su actual perfección si no hubiese ladrones?", se preguntaba el humorista Karl Marx, desgraciadamente ignorado en los seminarios de la FAES. En esa fábrica del pensamiento ultra está secuestrada la cabeza de la derecha española, lo que impide una creíble regeneración. Como esos personajes del pintor Magritte que tienen la cabeza escindida del cuerpo y el bombín separado de la cabeza, Aznar se ha quedado con la cabeza y ha cambiado el bombín por un tupé futurista. ¿Por qué ha tardado tanto Rajoy en reaccionar? Porque estaba buscando la cabeza. ¿Por qué lo ha hecho con tanta torpeza? Porque no la encontró.

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