"Vuelvo a los clásicos, incluido Marx"
"Cuando el Estado no regula bien, el mercado no funciona o produce resultados que no son tolerables. El Estado es imprescindible en tanto que regulador y en tanto autoridad que hace cumplir las normas". Joaquín Almunia, (Bilbao, 1948), que está viviendo en primera línea los avatares de la crisis financiera que sacude el mundo como comisario de Asuntos Económicos y Monetarios, invoca con estas palabras la vuelta al Estado como primera medicina para remendar los desmanes financieros. Ha exhibido una especial frialdad en medio de la tormenta financiera y ha ganado autoridad y respeto entre los responsables económicos de los Veintisiete. Las reacciones apasionadas se las reserva para el Athletic de Bilbao.
"La crisis es herencia de mucha gente, desde Reagan y Thatcher a Greenspan"
Almunia cree que los derrumbes financieros que están generando ejércitos de desempleados son "la herencia de mucha gente, desde Reagan a Thatcher, pero también de Greenspan". "Es la herencia del discurso que hemos escuchado desde voces del sector financiero privado, defensoras de la autorregulación frente a cualquier intento de regulación", dice. Esta aversión a la regulación y a la intervención pública quedó patente en EE UU, el 15 de septiembre de 2008, cuando las autoridades se desentendieron del banco Lehmann Brothers. "Vistas las cosas a toro pasado", señala el comisario, "fue un error dejarle caer porque las consecuencias han sido tremendas". "Es verdad", explica, "que con la quiebra de Lehmann Brothers, lo que hasta entonces era una crisis muy seria, se convierte en un terremoto, en un cataclismo, en algo que produce la sensación de que entramos en caída libre".
En el análisis de las causas de la crisis financiera hay muchas voces críticas hacia la acelerada liberalización de los mercados. Con la perspectiva de quien ha sido responsable económico de UGT y ministro de Trabajo y Administraciones Públicas, en los Gobiernos socialistas de Felipe González, Almunia cree, sin embargo, que hay que buscar los orígenes del desastre en otros ámbitos. "No es un problema de liberalización", afirma, "porque, por ejemplo, en Alemania los problemas se sitúan en los bancos públicos". "En nuestro país, si hay alguna dificultad se sitúa en las cajas". "No es cuestión de una mayor o menor liberalización, es un tema de mala gestión, alimentado por unos esquemas de incentivos totalmente erróneos, desde los sistemas retributivos a las reglas contables".
Lo cierto es que la crisis financiera ha provocado un giro radical en el gobierno de las finanzas mundiales con la convicción creciente de que los mercados requieren normas estrictas. Para el responsable de los Asuntos Económicos y Monetarios de Bruselas está claro que "hay ausencia de regulación en algunos aspectos, mala regulación en otros y hay evidencia de que la supervisión no se ha realizado en todos los lugares con el debido rigor". "Nadie", apostilla, "puede quedarse al margen de la necesidad de aplicarse a sí mismo la lección que deriva de la experiencia de esta crisis".
¿Y en medio de esta vorágine dónde volver a encontrar la inspiración? "He vuelto a los clásicos, a Adam Smith, a Marx, a la destrucción creativa del capitalismo de Schumpeter, a Amartya Sen, y por supuesto a Keynes y a un postkeynesiano, muy reconocido últimamente, Hyman Minsky". "Me ha parecido muy útil Manías, Pánicos y Crashes, de Charles P. Kindleberger, un clásico de la historia de las crisis financieras".
En este panorama de incertidumbres parece que sólo brilla el mensaje de Barack Obama, el nuevo presidente de EE UU, el país que precisamente desencadenó la crisis. "Muchísimos europeos miramos con envidia la capacidad de liderazgo de Obama. Nos gustaría tenerla aquí". "Obama", explica, "ha hecho un discurso histórico sobre un mundo sin armas nucleares en Praga; un discurso fundamental de las relaciones con el Islam en El Cairo y un discurso histórico sobre el desarrollo en África". Los cambios que está impulsando se siguen con la máxima atención desde Europa. "Después de la elección de Obama", dice, "yo creo que hay unos argumentos muy claros a favor de la necesidad de un nuevo impulso a la integración europea". "El mundo", sentencia, "lo necesita".
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