Paranoias caras
Me dirigía reflexivamente a la consulta de mi psicoanalista, cuando me llamó la atención, en el paseo de la Castellana, un edificio onírico y enorme protegido por una tapia altísima, de ladrillo rojo, en la que proliferaban las cámaras de vigilancia. ¿Quién rayos vivirá en esa suerte de fortaleza irreal?, me pregunté al tiempo que me acercaba a su entrada, donde leí: CESEDEN. Y abajo: Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional. ¿Daba para tanto nuestra defensa nacional? Rodeé en trance la manzana ocupada por el inmueble contando sus ventanas, pero abandoné la empresa a la mitad por cansancio y por miedo a que mi actitud resultara sospechosa a las cámaras. De vuelta a casa, el recuerdo que tenía del edificio era el de un sueño. Quizá, pensé, me he dormido brevemente en el diván. Recordé entonces que no había visto a un solo ser humano entrando o saliendo, como si se tratara de una construcción fantasma. ¡Qué extraño espejismo! Se comprende que un país tenga un CESEDEN porque hay que tener de todo, pero por qué uno tan grande, con lo que vale el metro cuadrado en esa zona. Entré en Google, tecleé las siglas y se me apareció. Existía tal y como yo lo había visto, no se trataba de un desvarío. La página web no decía nada de interés. Había a la entrada un general que te daba la bienvenida y luego podías curiosear un poco sin aprender nada. Sorprendía que en el apartado "Calendario y programa" las últimas actividades reseñadas fueran del mes de junio (tres clausuras de curso y una conferencia). Nada se decía de lo programado para los próximos meses. Será una tapadera, me dije, pero de qué. Si vas por la calle con los ojos abiertos, la realidad deviene en un sueño. ¿Cómo entender, si no, esa especie de Corte Inglés hueco de la defensa nacional? A mí, que soy paranoico, no me parece que estemos tan amenazados.
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