Enredos
La política actual es un vodevil en el sentido de que el escenario tiene varias puertas por las que aparecen y desaparecen personajes pintorescos que unas veces hacen de sí mismos y otras de sus contrarios. Nadie es lo que parece, o nadie parece lo que es, o todos son el mismo, no es fácil hacerse una idea ya que en cada escena se introduce un giro narrativo. Los guionistas han creado un enredo portentoso en el que los defensores del capital hablan como obreros y los representantes de los trabajadores se manifiestan como los jefes de personal del empresariado. Perplejos ante un espectáculo entretenido, aunque no siempre fácil de seguir, nos indignamos por la privatización de las hojas sin darnos cuenta de que el tronco (léase el Consejo de Ministros) lleva meses o años en manos del capital. Se ha hecho todo tan bien, con tal habilidad, que ni siquiera conocemos los nombres de los dueños, astutamente ocultos bajo el eufemismo de "los mercados".
Así las cosas, los socialistas dicen lo contrario de lo que dirían en la oposición y los populares lo contrario de lo que dirían en el Gobierno. Cada uno le hace el trabajo sucio al otro en una especie de hoy por ti, mañana por mí, pues ya sabemos que la democracia implica la alternancia en el poder y todo eso. Por si fuera poco, acaban de introducir en el guión la idea de que Zapatero se está inmolando por los parias de la Tierra, la famélica legión, etcétera. Comprendiendo que no hay alternativa al sistema (o que él no la ve), ha decidido sistematizarse y sistematizarnos ante la mirada libidinosa de Rajoy, al que sin comerlo ni beberlo le va a caer la empresa reconvertida. No se inmole usted, no por nosotros, hágalo si quiere por el sistema, pero déjelo claro. No añadamos a la deuda hipotecaria una deuda moral contradictoria. Incluso el vodevil tiene sus límites.
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