_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Enhorabuena

Elvira Lindo

Observamos estupefactos cómo nos cambian la fisonomía de nuestras ciudades, cómo deciden que el antiguo pavimento ya no nos sirve, cómo excavan la ciudad para meter más coches en su vientre, cómo eligen bancos de hormigón que no invitan a sentarse, cómo los antiguos puestos de flores se convierten en cajas de diseño o cómo transforman un puesto de libros en un cubículo de cristal donde el librero queda convertido en un primate al que dan ganas de echarle cacahuetes.

Nos crecen rascacielos mostrencos difícilmente integrables en la vida ciudadana o adornos fálicos tremendos, como ese que adorna desde hace unos días la ya irreparable plaza de Castilla de Madrid. La ciudad cambia contra nuestros deseos y a lo más que llegamos es a bufar entre los escombros o a escribir una columnilla. Rumiamos un desacuerdo conformista.

Más información
La Generalitat valenciana desafía al Gobierno y autoriza los derribos en El Cabanyal

Por eso, cuando observamos cómo los habitantes de un barrio como El Cabanyal de Valencia, lejos de sumirse en la melancolía inactiva, decidieron hace tiempo defender un entramado único de arquitectura popular y plantarse ante un Ayuntamiento que lleva años amenazando con echar abajo 1.651 viviendas para construir una gran vía de acceso al mar, volvemos a creer en que la movilización ciudadana puede y debe frenar la burricie especulativa. El lunes, los vecinos del Cabanyal recibieron un gran regalo de Reyes: el Ministerio de Cultura considera expolio del patrimonio artístico la intervención del Ayuntamiento y paralizará el derribo de un barrio en el que se oyen ecos de finales del XIX, de cuando fuera pueblo de pescadores. Arquitectura sencilla, retratada por Sorolla y descrita por Blasco Ibáñez. Ahí seguirán, para disfrute de todos, los alegres y modestos azulejos de las fachadas. Espero que el Ayuntamiento se comporte y proceda a la necesaria rehabilitación; no todo va a ser pagar la minuta de arquitectos estrella.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_