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Columna
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Dormir

Rosa Montero

Leo en la prensa que una reciente investigación de neurología hecha por la prestigiosa Universidad de Berkeley, en Estados Unidos, parece demostrar que dormir menos horas de las necesarias, que son como unas siete u ocho cada día, altera fatalmente la parte del cerebro que regula nuestras emociones, provocando un aumento de la irritabilidad y unos comportamientos irracionales y primitivos. Acabáramos: por fin entiendo lo que sucede en este país, la mala leche, la ferocidad claramente primitiva, el magma de irracionalidad que nos ahoga, los insultos, los pataleos y la bronca perenne. No es que nuestra herencia sociológica y cultural sea así de cainita y de petarda, sino que, simplemente, no dormimos. De todos es sabido que los españoles alardeamos del hecho de ser insomnes, que nos enorgullece dejar patidifusos a los extranjeros con nuestra capacidad para acostarnos tarde, para cenar a las tantas y permanecer de marcha toda la noche. Qué risa, solemos decir encantados de nosotros mismos, estos guiris se preguntan que cómo nos las arreglamos para dormir. Pues bien, ahora ya sabemos la respuesta: no nos las arreglamos, y por eso somos un pueblo desaforado y rabioso.

Es un alivio. Ya no voy a tener que emigrar de este país, como me dan cada día más ganas, sino que bastaría con recetar una cura de sueño a la ciudadanía. Y si eso resultara demasiado oneroso para la Seguridad Social, por lo menos deberíamos poner inmediatamente a dormir a los políticos y a los periodistas. ¿Se dan cuenta de lo que implica la investigación de Berkeley? Por ejemplo, ahora que se acerca la próxima campaña electoral, políticos y periodistas dormirán aún menos. Por todos los santos, ¿cómo vamos a sobrevivir a tanta irracionalidad, a tanta irritabilidad incrementadas? Que no hagan campaña, por favor. Que les duerman a todos.

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