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Columna
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Dinosaurios

Manuel Vicent

La península Ibérica, hoy políticamente invertebrada, tiene, no obstante, una profunda unidad de destino en lo universal en las huellas que hace 200 millones de años dejaron los dinosaurios por todo el territorio. Mucho antes de que el vuelo de las ocas salvajes señalara el camino de Finisterre, que luego serviría para marcar la calzada romana en tiempos de Agripa, sobre la cual se trazó en la Edad Media en el camino de Santiago, hubo una ruta de dinosaurios en sentido contrario. Partía de Galicia, pasaba por Asturias, Cantabria, el País Vasco, Navarra, la Rioja y Aragón, se internaba en Cataluña por Tarragona con dos ramales, uno hacia el Pirineo, otro hacia el sur. El juego de la oca se deriva de un antiguo rito esotérico. Son 13 saltos con el azar del dado, que equivalen a las 13 jornadas hacia la iluminación del fin de la tierra. Antes de partir los oráculos interrogaban el hígado de estos animales para ejercer el augurio. Las 13 ocas se hallan esculpidas en los capiteles de muchas catedrales, pero hoy su hígado solo sirve para elaborar paté. También el camino de Santiago ha perdido el carácter sagrado. El peregrino piensa más en la vieira carnosa, perfumada de algas, que se zampará al llegar a buen término que en la cáscara mineral que lleva prendida simbólicamente en la esclavina. Una bancada repleta de vieiras, pulpos y centollos constituye el nuevo horizonte del fin del mundo regado con un albariño o un ribeiro. Lo único inamovible que resta en esta Península desestructurada son las huellas de los dinosaurios. Los había herbívoros y carnívoros, exactamente como hoy. Los primitivos anduvieron durante millones de años por los márgenes fluviales hasta que la prolongada oscuridad de ceniza producida por un meteorito los borró del mapa, pero no se extinguieron todos. Los supervivientes permanecen hoy sentados en sus despachos de las autonomías y no cesan de darse dentelladas entre ellos para marcar su territorio. Pese a todo, por una vez estos políticos se han puesto de acuerdo para trazar una ruta unitaria sobre estos fósiles de sus antepasados. La cohesión que no lograron las ocas, ni las calzadas romanas, ni el camino de Santiago, la han conseguido finalmente las huellas de los dinosaurios. En ellas España ha vislumbrado su destino común.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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