Desconcierto
Cabe la posibilidad de que ETA anuncie en los próximos días que abandona la lucha armada. Así lo vaticinan, casi lo anuncian conteniendo a duras penas el redoble de tambores, los que han participado activamente en la conferencia de paz. Otros que han participado, pero pasivamente, como el PSE, muestran cautela, cautela provocada por errores del pasado y también por ser conscientes de que en toda esta representación se les ha dado un papel secundario. Pero no son solo ellos quienes han podido sentir desconcierto (aunque no lo reconozcan), también lo hemos experimentado muchos de los que hemos actuado como meros espectadores.
No podemos dejar de preguntarnos si no es una terrible incongruencia que después de tantos años de soledad inaceptable de las víctimas, de escasa y mezquina comprensión por gran parte de la sociedad, de la vasca y del resto, después de los éxitos policiales, del despertar de la solidaridad con los familiares de los muertos, después de los aciertos de la lucha antiterrorista, de las masivas condenas, de las manifestaciones de repulsa a los atentados, del coraje de algunos escritores o columnistas, después de la encomiable templanza con que el pueblo, el vasco y no vasco, ha respondido siempre al asesinato, a la violencia, al miedo, después de esta larga historia de pacífica resistencia, es humillante que se considere necesario que vengan mediadores internacionales para resolver el "conflicto" o la "confrontación", palabras tan falsas como contagiosas.
Cabe la posibilidad de que ETA abandone las armas, sí, y pobre de aquel que no se alegre, pero no serán Gerry Adams, Kofi Annan, Jonathan Powell, Bertie Ahern, Pierre Joxe y Gro Harlem Brundtland quienes lo habrán conseguido. Ellos han venido a poner el pie sobre el cuerpo de un moribundo. Ojalá que el Estado no se deje arrebatar el relato de esta triste historia.
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