"Dejé Económicas, me enseñaban a ser mala"
Tiene muy claro dónde quiere comer. En una tasca pequeña y agradable, muy cerca de su casa, donde le gusta toda la carta, se siente querida y, además, le rellenan siempre la copa. A Esperanza Pedreño le gusta comer con gente -"hacerlo sola es para mí una obligación"- y echa mano en muchas ocasiones de Casa Lucas, en pleno barrio de los Austrias en Madrid. "Vengo mucho con mis amigas y hablamos de política con el encargado". Le gusta todo, menos los espárragos, y elegimos los platos a compartir. En Casa Lucas no sirven medias raciones, pero, tratándose de su amiga Esperanza, la gran Cañizares del programa televisivo Camera Café, nos ofrecen esa posibilidad para así poder probar más platos.
La 'Cañi' de 'Camera Café' ha dado el salto al cine con su primer largometraje
No le gusta mucho hablar de ella. Tiene 33 años, entró muy joven en el mundo del teatro, pero ha sido con el personaje de Cañizares con el que ha dado el gran salto. Antes estudió tres años de Económicas en su ciudad natal, Albacete -"lo dejé porque me enseñaban a ser mala, el punto de encuentro entre la oferta y la demanda no es nunca el sitio ideal para un economista"-, hasta que decidió trasladarse a Madrid y entrar de lleno en el arte dramático. Se presentó al casting de Camera Café, como antes lo había hecho, sin éxito, en miles. A su madre le advirtió con miedo: "Voy a hacer un personaje que es una gran payasa. A ver qué sale". Y salió algo grande. Una mujer pequeña, estrafalaria -"para entenderla me pregunto muchas veces qué es lo que habrá pensado por las mañanas para vestirse así"- y algo ingenua. "Me gusta sobre todo la libertad del personaje, que sorprende a cada momento por sus salidas del tiesto. Vive en su propio mundo y rompe con todos los estereotipos femeninos. Me interesa la manera de relacionarse con los demás y cómo nunca utiliza la seducción para conseguir lo que quiere", dice esta actriz, que acaba de terminar el rodaje de su primera película, Una palabra tuya, de Ángeles González Sinde, y prepara un monólogo teatral para el año que viene, Valeria y los pájaros, obra de José Sanchis Sinisterra.
Todavía no la reconocen demasiado por la calle a pesar de la popularidad de su personaje. "Quizás buscan a una persona vestida de modo estrafalario. En cuanto me pongo de negro, ya no ven a Cañizares". Es obsesiva y exigente, propone muchas cosas al director del programa y no se enfada si le dicen que no -"yo sigo proponiendo"-.
Su encuentro tan de sopetón con la fama lo vive como una segunda adolescencia. "Es como si tuviera que definir de nuevo mi personalidad. Me he dado cuenta de que no hay ética, sino la que uno lleva en su vida. No tengo todavía claro cómo enfrentarme al público y la fama. La gente enseguida necesita meterte en un saco, pero yo todavía no sé cuál es el mío. Cuando leo entrevistas que me hacen no me reconozco mucho, aunque sí he aprendido ya a no decir determinadas cosas".
Se notaba al principio la prevención ante este encuentro. Luego se relajó y creo que hasta disfrutó. No quiere postre y se brinda a acompañar a la periodista y al fotógrafo hasta el coche, en un paseo por las callejuelas de Madrid. "En este portal vivo yo", señala al pasar por su casa.
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