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Columna
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Apocalipsis.org

Manuel Rivas

Parece mentira, pero hubo un tiempo histórico en que "fanático" era el mejor adjetivo para calificar al buen ciudadano. Lo cuenta Víctor Klemperer en sus Apuntes de filólogo con esa tristeza cómica de quien es testigo impotente de cómo lo delirante va conquistando las mentes hasta adquirir la naturaleza de un "sentir general". El cambio del que nos habla ocurrió en pocos meses, cuando la implantación del nazismo supuso también la ocupación del lenguaje. Y viceversa. Y eso mismo ocurrió en la España de la "adhesión incondicional". En nuestros días, el término "fanático" tiene un sentido absolutamente negativo cuando se emplea en el debate político. Entre tantos signos desesperantes, éste es un motivo de esperanza. Nadie se reconoce, ¿todavía?, como fanático. Y no hay nada que incomode tanto a un fanático como el llamarle fanático, incluso en los foros donde pululan los fanáticos. Pero la mejor prueba para detectar a un fanático es emplear en su presencia, aunque sean como indirectas, palabras que han sido exterminadas en los últimos años. Si quiere comprobar el índice de talante liberal introduzca usted en los foros o en una tertulia la asociación, antaño feliz, de estos dos tags: España y Plural. ¡Ya verá cómo se ponen los devoradores de palabras! ¿He hablado de "talante liberal"? ¿Talante? ¿Liberal? Perdonen el rapto estúpido de melancolía. Lo siento. La palabra "liberal" ha sido la peor tratada de la historia. Incluso se la apropiaron los fanáticos. Ahora vuelve a estar huérfana. Como "demócrata", "ciudadano" o "federal". Lo que se llevan son los estimulantes fuertes. En USA, el Tea Party arrastra a los republicanos conservadores hacia un delirante fanatismo. Por lo visto, en España no es necesario el Partido del Té. Los crecidos conservadores se ofenden con la perversa campaña estosololoarreglamosentretodos.org. Creo que van a lanzar otra para compensar el fanático optimismo: estonoloarreglanidios.dispensando.org.

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