Anacronismos
La CEOE ha advertido a las centrales sindicales que tienen que aprender a vivir en el siglo XXI. Estoy de acuerdo, y eso es lo que más miedo me da. Porque después del 22-M, se da por sentado que los empresarios pretenden hacer política al rebufo de los políticos, pero esa es una táctica muy vieja, una tradición del siglo XX.
¿Y si fuera al revés? ¿Y si la CEOE pretendiera imponer la política que más le conviene? No estoy hablando de elecciones. No estoy hablando de mayorías parlamentarias, de leyes ni de Gobiernos. Hablo de los poderes que en el siglo XXI impulsan la deriva de la política mundial, hablo de los bancos y de los mercados. ¿Y si lo que le interesara a la CEOE no fuera un gobierno del PP en sí mismo, sino que sea un gobierno del PP quien acepte el rescate financiero de la economía española? Parece que el BCE y el FMI van a imponer a la fuerza, en Portugal, un despido con 10 días de indemnización por año trabajado, una cifra a la que los socios de Rosell no aspiran ni en sus mejores sueños. Si ellos ya hubieran calculado que cualquier maniobra de desestabilización económica contribuye a un rescate que nos haría más pobres a casi todos, pero más ricos a ellos, ¿qué podríamos hacer? ¿Cómo defendernos?
El siglo XXI ha agudizado la privilegiada situación de los empresarios, que hacen política sin mancharse las manos, porque no se presentan a las elecciones, no pagan por sus errores, no sufren desgaste alguno. Hace mucho tiempo que en Occidente no se dan unas cifras de desempleo, unas condiciones de precariedad laboral semejantes a las que nos han devuelto a prácticas empresariales salvajes, tan injustas y abusivas como, por poner solo un ejemplo, el ERE de Telefónica. Los sindicatos deberían tomar nota. Porque, si esto es el siglo XXI, la verdad es que se parece mucho al XIX. Y esa lección, sí se la saben.
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